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La historia detrás de la foto (XLVII)

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Por Redacción Nacional

Ciego de Ávila.- Una semana. Solo siete días bastaron para que La Cuba, en Ciego de Ávila, volviera a ser lo que siempre ha sido: un espejismo de cartón pintado para engañar a los jefes de arriba. Cuando llegaron los máximos dirigentes cubanos, la tablilla de productos parecía sacada de un mercado europeo. Todo relucía como si el socialismo de pronto hubiera funcionado. Hoy, apenas quedan cinco productos mal contados, y la realidad volvió a su sitio como una bofetada. No es un descuido; es el guion repetido de un país que solo actúa cuando lo miran.

El problema no es solo la tablilla semivacía; es la obscenidad del montaje. Durante la visita, cámaras, discursos y promesas convirtieron a La Cuba en vitrina para convencer al país de que el campo avileño “produce”. Se llenaron los estantes a costa de otros lugares, se maquilló la miseria y se hicieron fotos para la prensa oficial. Pasada la caravana de autos con cristales oscuros, todo volvió a la normalidad: bodegas peladas, silencio incómodo y la gente comentando en voz baja lo de siempre: “fue para la visita, ahora quítate la careta”.

La sensación de burla es lo que más duele. No hay nada peor que ver cómo el Estado monta un teatro para impresionar a sus propios jefes mientras el pueblo sigue pasando hambre. Es un ciclo que se repite en cada provincia: llega la comitiva, aparecen productos mágicos, se hacen promesas que nadie cree y, apenas se van, el telón cae dejando el escenario vacío. La Cuba hoy es símbolo de ese teatro cruel donde se juega con la necesidad de la gente como si fueran utilería.

Lo más indignante es que no estamos hablando de lujos, sino de comida básica. El hecho de que la tablilla baje de una docena de productos a apenas cuatro en cuestión de días revela el grado de escasez estructural que el régimen intenta ocultar. ¿De dónde salieron los alimentos de la semana pasada? ¿Por qué no están hoy? ¿Qué parte de la “planificación socialista” consiste en llenar estantes solo para la foto? Nadie responde esas preguntas porque las respuestas desmontan todo el relato oficial.

Mientras tanto, los dirigentes duermen tranquilos. Ellos no hacen cola, no ven tablillas vacías, no sienten la ansiedad de llegar a una tienda y encontrar nada. Ellos viven en un país paralelo donde la escasez no existe y la abundancia se improvisa cuando los visitan. El pueblo, en cambio, sigue atrapado en esa coreografía de miseria donde una visita oficial puede cambiar tu semana, pero nunca tu vida. Y lo peor: ya nadie se sorprende, porque todos saben que la abundancia de la semana pasada era un disfraz barato.

La Cuba no necesita otra visita de dirigentes; necesita que dejen de usarla como escenario de propaganda y empiecen a tratarla como lo que es: tierra de trabajo y gente que merece vivir de lo que produce. Mientras el gobierno siga montando espectáculos para impresionar a su propia cúpula, la tablilla seguirá vacía y el pueblo seguirá siendo público obligado de una obra de teatro sin final feliz.

En Cuba, hasta la comida es un acto político, y el hambre, la única verdad que no pueden esconder detrás de ninguna foto oficial.

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