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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Resulta grotesco, hasta para el más crédulo de sus lectores, que Prensa Latina –altavoz mimado de una dictadura que ha convertido la escasez en política de Estado– se permita el lujo de fingir preocupación por la seguridad alimentaria de 42 millones de estadounidenses.
Mientras redactan su lacónica nota sobre los vaivenes presupuestarios del programa SNAP, en Cuba una familia no sabe si podrá llenar la olla con la miserable libreta de racionamiento, un sistema arcaico que no provee comida para una semana. Su “solidaridad” internacionalista es la coartada perfecta para esconder su fracaso doméstico. Es el cinismo elevado a arte: llorar por un posible recorte en el Norte mientras en su patio el hambre no es una amenaza futura, sino una certeza cotidiana.
Leer nota de Prensa Latina: (https://www.prensa-latina.cu/2025/10/31/peligran-cupones-de-alimentos-para-42-millones-de-personas-en-eeuu/)
La agencia oficialista describe con morbo un “cierre del gobierno” y senadores en desacuerdo, como si la transparencia de un debate democrático –por áspero que sea– fuera un síntoma de decadencia. Lo que no dicen, lo que no pueden decir, es que en su paraíso revolucionario no existe un Congreso que discuta cómo alimentar a su pueblo porque el poder no se discute, se impone.
La noticia no es que en Estados Unidos exista un conflicto para financiar los cupones; la noticia real, la que ellos silencian, es que existe un programa que mensualmente garantiza comida a 42 millones de personas. En Cuba, el único programa permanente es la miseria y la única garantía es la del Comandante: “Socialismo o Muerte”. Y el pueblo se muere, literalmente, de la segunda.
Prensa Latina se regodea en citar a ONGs y centros de estudios que demandan al gobierno, advierten sobre el hambre y exigen soluciones. ¿En qué universo paralelo vive esta agencia? En el suyo, las organizaciones civiles independientes son aplastadas, los periodistas que cuestionan son encarcelados y el “Centro de Prioridades Presupuestarias” se llamaría “peligrosísima actividad subversiva al servicio del imperialismo”.
La disyuntiva cubana no es si un fondo de contingencia de 6 mil millones se usará o no; la disyuntiva es si hoy habrá pollo en algún lugar, o si alguien de la familia, dichoso por demás, puede encontrar un par de huevos, una vez más, para adornar la nevera vacía.
Hablan de los 350 dólares mensuales promedio del SNAP con un dejo de lástima. Callan que ese monto, en la distorsionada economía cubana, es una fortuna inalcanzable para la inmensa mayoría que sobrevive con salarios de hambre.
Callan que mientras ellos especulan sobre si el USDA tiene autoridad legal para usar un fondo de reserva, en Cuba la autoridad última la tiene un general que decide, sin rendir cuentas a nadie, cómo se reparte la miseria y quién tiene acceso a los mercados en divisas, donde la comida existe, pero a precios prohibitivos para el cubano de a pie.
La obsesión por mirar la paja en el ojo ajeno es un síntoma terminal de un régimen que no puede ni quiere arreglar la viga en el propio. Su economía no se ve amenazada por un cierre gubernamental de 35 días, sino por seis décadas de un modelo totalitario que ha demostrado su absoluta incapacidad para producir prosperidad.
Se preocupan por una posible reducción del 2% en el PIB de Estados Unidos, mientras su propio PIB se hunde en el pantano del fracaso, sostenido apenas por el sudor de una diáspora que mantiene a flote a la isla con sus remesas.
En definitiva, la nota de Prensa Latina no es periodismo. Es un ejercicio de propaganda barata, un intento patético de equiparar los problemas de una democracia vibrante –con sus conflictos y sus mecanismos para resolverlos– con el silencio opresivo de una dictadura que no permite el más mínimo cuestionamiento.
Que se preocupen por sus propios ciudadanos, que dejen de proyectar sus miserias y que expliquen, si es que tienen la valentía, por qué en Cuba no existe un “Programa de Asistencia Nutricional” que funcione, sino solo la caridad familiar desde el exterior y la resignación de un pueblo cansado de esperar por un futuro que nunca llega.
Al final, los estadounidenses, más temprano que tarde, tendrán sus cupones de comida y resolverán todos sus problemas. Mientras, millones de personas continuarán su andar cabizbajo, de gente con hambre, y Prensa Latina no podrá decir nada. ¡Hipocresía!