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Por Manuel Viera ()
Generalmente no hablo de guerras porque prefiero la paz. Generalmente hablo de adentro porque prefiero a Cuba. Pero me asquea ver que desde canales oficiales se atize un conflicto bélico. Entonces sí… sí voy a dar mi criterio.
Cierto es que muchos países se armaron de poder nuclear luego de la segunda guerra mundial. Esto dio lugar a que el mundo se movilizara a la aprobación de normas internacionales para erradicar la proliferación de las mismas.
Cierto es que durante la guerra fría, en franca violación de lo regulado, tanto Estados Unidos como Rusia incrementaron exponencialmente sus arsenales en una carrera armamentista sin precedentes. A la vez, armaron o intentaron armar a sus aliados por el mundo. Así llegó el poder nuclear a países europeos, a la India, a Israel, a la península de Corea, a Pakistán, e incluso a Turquía. Por poco llega a Cuba. ¿Recuerdan? Hasta ahí llegamos.
La guerra fria acabó y el mundo entendió la necesidad de detener la proliferación de estas armas y trabajar en base a conseguir el desarme. En lo personal, mi criterio es claro: nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a tener armas nucleares. Ahora las que están ahí de otras épocas ya están ahí y deben desaparecer. Pero bajo ningún concepto el mundo puede permitir o abogar porque ningún país adquiera ese poder. Eso no es un derecho de nadie por más que otros las posean.
En torno al conflicto hay un tema claro. Irán se ha negado durante años a llegar a un acuerdo mediante el cual se comprometa a enriquecer U235 solo a niveles no bélicos. O sea, el U235 por debajo del 90% no sirve para un arma atómica y solo puede ser empleado con fines civiles.
Irán, mientras hace crecer su «industria» atómica, crea centrifugas y reactores por todo el país. Se niega a establecer acuerdos al respecto, lo que ha sido visto como un desafío al mundo. Mientras arma descaradamente a Hutíes, Hizbollá, Hamás y cuanto terrorista esté dispuesto a hacer desaparecer del mapa a Arabia Saudita, Israel y otros países del área. Aunque musulmanes, están alejados de su corriente religiosa, esa que imponen y defienden con enfermo fanatismo.
La pregunta que ningún defensor de los ayatolas puede responder es: ¿Para qué Irán, uno de los países mayores productores y exportadores de petróleo, necesita enriquecer uranio? Ahí es cuando te dicen que es su derecho, obviando la normativa del derecho internacional. Esa misma a la que ahora apelan una vez que Irán ha sido agredido militarmente.
Entonces salen Telesur, RT, Nicaragua, o Cuba a pedir por Irán y por la paz. Sin embargo, jamás abogaron por un acuerdo que la garantizara. También los persas nunca tuvieron intención de firmar porque sus reactores y sus centrifugas no hacían más que crecer y crecer.
En lo personal, jamás apoyaría a ningún régimen que se haya impuesto mediante el terror por más de 40 años. Ha hecho que millones de iraníes hoy vivan como refugiados por el mundo. Desde la religiosidad fanática establece una sociedad machista, donde una mujer vale menos que una piedra.
El régimen de Irán asesina por beber alcohol u ordena matar mujeres por negarse a cubrir su rostro o su cabello. Esos izquierdistas que defienden que esas son tradiciones religiosas o culturales, obvian que eso sigue siendo asesinar, matar, abusar. Mientras se las dan de justos, inclusivos y humanos por el mundo.
Es absurdo dar discursos en pos de la paz mientras se defiende como un derecho de cada país, el poseer armas nucleares. No es con más armas nucleares que el mundo será más seguro y pacífico.
Abogo por el desarme nuclear y la paz mundial. No me haría para nada infeliz despertarme mañana con la noticia de que mi amigo Muhammad Ali podrá regresar a su tierra junto a millones de iraníes. También que podremos ver el hermoso rostro y cabello de las mujeres persas o que Hamás, los Hutíes y un montón de enfermos han dejado de recibir armas y apoyo logístico.
Porque sí, durante años, han sido armados con misiles y bombas iraníes que caen y explotan. No sólo en Israel, también en Iraq, en Siria, en Yemen, en Arabia Saudita, en el Líbano, etc., países que hoy callan. Además, prestan su espacio aéreo para desde el silencio ver caer a un estado malévolo.