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Por Luis Alberto Ramirez ()
Hacer demasiado caso a las redes sociales es, muchas veces, pecar de ingenuidad o, en el mejor de los casos, de parcialidad. En conflictos complejos como el de Israel e Irán, la desinformación se convierte en un arma poderosa. Las narrativas que circulan rara vez son completas o imparciales.
Cada bando presenta su versión. Los medios afines a Israel destacan los ataques exitosos contra infraestructura militar iraní. Mientras tanto, minimizan o ignoran los daños colaterales, las reacciones regionales o las represalias. Del lado contrario, se exageran pérdidas israelíes. Se omite cualquier acto provocador.
El resultado es una distorsión colectiva, una especie de espejismo informativo que deja al ciudadano común confundido. Está atrapado entre titulares diseñados más para influir que para esclarecer. Y entonces surge la gran pregunta: ¿qué está pasando realmente en esa zona del mundo?
La respuesta honesta es: nadie lo sabe con certeza, porque la verdad en estos casos es la primera víctima del conflicto. Para entender, no basta con leer; hace falta contrastar, dudar, y sobre todo, no dejarse llevar por la primera versión que aparezca en pantalla.
Parece que hoy basta con leer dos tuits y ver un video de 30 segundos para creerse experto en Medio Oriente, en Cuba, Venezuela, Nicaragua o Palestina. El conflicto entre Israel e Irán ha sido reducido a memes, titulares escandalosos y análisis de influencers. Estos influencers ayer hablaban de criptomonedas y hoy dictan cátedra sobre geopolítica.
Los medios, por su parte, se han convertido en porristas de su bando favorito. Unos exaltan los «logros quirúrgicos» de Israel; otros, las «justas represalias» de Irán. ¿Y la verdad? Bien, gracias. La verdad sigue escondida entre escombros y propaganda.
Pero no importa, porque mientras compartas lo que suene más indignante, ya estás “informado”. ¿Qué está pasando en realidad? Nadie lo sabe, pero todos opinan.
Ahora con la libertad de información, cualquiera es analista, politólogo y periodista. Sin embargo, estamos más desinformados que si no tuviéramos libertad de información.