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Por Edi Libedinsky ()
La historia de June y Jennifer Gibbons, conocidas como «Las Gemelas Silenciosas», es uno de los casos psicológicos más extraños e inquietantes del siglo XX. Es un relato de un lazo de hermandad tan profundo y exclusivo que las llevó a un mundo aislado, un mundo del que una de ellas tuvo que morir para que la otra pudiera escapar.
June y Jennifer Gibbons nacieron en 1963 en Gales. Eran gemelas idénticas y, desde muy pequeñas, desarrollaron un vínculo inquebrantable y casi exclusivo. Con el tiempo, dejaron de comunicarse con cualquier otra persona, incluidos sus padres y su hermana mayor. Solo se hablaban entre ellas, en su propio lenguaje rápido y secreto, una mezcla de jerga, miradas y gestos que las hacía incomprensibles para los demás.
Su silencio y su aislamiento las convirtieron en blanco de acoso escolar. Los maestros y los médicos intentaron separarlas y que se comunicaran, pero sus esfuerzos fracasaron. Las gemelas se retiraron por completo de la sociedad, pasando casi todo el tiempo solas en su habitación, donde construyeron un mundo de fantasía.
A pesar de su aislamiento social, las gemelas Gibbons eran muy inteligentes y tenían una intensa vida interior. Leían incansablemente, jugaban con muñecas y se dedicaban a la escritura. Escribían diarios personales y crearon decenas de novelas y poemas de ficción. Sus historias, a menudo de temas oscuros y violentos, revelaban la complejidad y la agitación de sus mentes.
Sin embargo, su comportamiento también se volvió cada vez más autodestructivo. Su relación era volátil, marcada por períodos de afecto intenso y momentos de violencia física. A medida que su frustración crecía, sus actos pasaron de la escritura a la vida real. En un periodo de varios meses, cometieron una serie de delitos menores, incluyendo robo, vandalismo e incendio provocado. Esto finalmente las llevó a ser arrestadas.
En 1982, a la edad de 19 años, June y Jennifer fueron juzgadas por los delitos que cometieron. En lugar de ser encarceladas, los jueces, en un intento de abordar su condición psicológica, las enviaron a Broadmoor, un hospital psiquiátrico de alta seguridad. Pasaron los siguientes 14 años en la institución, a menudo separadas una de la otra, lo que solo intensificó su anhelo por el vínculo de la otra.
Fue en Broadmoor donde se reveló el inquietante pacto que habían hecho: una de ellas tenía que morir para que la otra pudiera ser libre y vivir una vida normal. Se dice que Jennifer se ofreció a hacer el último sacrificio.
En 1993, después de más de una década en Broadmoor, las gemelas fueron transferidas a una clínica menos segura. Al llegar a la nueva institución, Jennifer se desplomó de repente y murió poco después por una miocarditis aguda, una inflamación del corazón que no tenía ninguna explicación médica.
Tras la muerte de Jennifer, June hizo lo impensable: comenzó a hablar. De repente, la «gemela silenciosa» se comunicaba abiertamente, como si la muerte de su hermana hubiera roto el hechizo que las unía. En los años siguientes, June trató de vivir una vida normal. Ha intentado distanciarse de su pasado, pero el misterio de la muerte de Jennifer y la naturaleza de su pacto sigue siendo objeto de especulación.
La historia de las gemelas Gibbons sigue siendo un fascinante y trágico estudio de la condición humana, de la complejidad de la enfermedad mental y del extremo de la dependencia en una relación, una dependencia que llegó a costar una vida.