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La espera mutua

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Por Sergio Barbán ()

Miami.- En el actual contexto del Caribe Sur, con la presencia de tropas y navíos de Estados Unidos frente a la costa de Venezuela, el tiempo se ha convertido en un factor determinante.

Nicolás Maduro, lejos de debilitarse, lo está capitalizando a su favor. Mientras el gobierno norteamericano proyecta fuerza sin concretar acciones decisivas, Caracas ha organizado eventos internacionales. Además, ha tejido alianzas diplomáticas y movido sus fichas en organismos multilaterales. Esto consolida una narrativa de resistencia frente a Washington.

Es importante subrayar que Estados Unidos no está incursionando en estos eventos con el objetivo declarado de un cambio de régimen en Venezuela. Su propósito central es enfrentar al narcotráfico y al terrorismo. En particular, al Cartel de los Soles, organización criminal vinculada a la cúpula chavista y señalada por el propio Departamento de Justicia.

Por lo tanto, una eventual escalada militar en territorio venezolano estaría justificada como una acción en defensa de la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Solo de manera indirecta, a través de la captura de Nicolás Maduro y de los principales cabecillas del «Cartel de los Soles», que son los mismos jefes del chavismo, podría producirse un cambio de régimen. Aunque ese no es el propósito declarado de Washington.

EEUU tiene argumentos para apresar a Maduro

Otro elemento clave es la legitimidad. Maduro no es el presidente legítimo de Venezuela. Perdió las elecciones del 28 de julio de 2024 y se sostiene únicamente mediante la represión y el fraude.

En ese sentido, su eventual captura y extradición para ser juzgado en Estados Unidos no representaría una intromisión contra un gobierno legítimo. Sino la acción legal contra un usurpador y jefe de un cartel criminal.

El tiempo, sin embargo, juega a favor de Maduro en más de un frente.

Además de ganar espacio político, se proyecta como víctima de un “imperio agresor”. Ese discurso la izquierda internacional aprovecha para movilizar activistas y grupos radicales en países democráticos. O sería extraño que, como ocurrió recientemente con el respaldo al grupo terrorista Hamas, se desataran campañas y protestas masivas organizadas por sectores de izquierda y enemigos de Estados Unidos. Incluso podría suceder dentro de universidades norteamericanas.

Este escenario le permite al régimen venezolano presentarse como símbolo de resistencia antiimperialista y debilitar aún más la posición de Washington.

Parálisis de ambos lados

Mientras tanto, la paradoja persiste: los venezolanos que claman por una intervención humanitaria esperan que Estados Unidos actúe. Sin embargo, la Casa Blanca parece esperar que sean los propios venezolanos quienes tomen la iniciativa.

En esta parálisis mutua, el tiempo corre, y el único beneficiado es Nicolás Maduro. Él convierte cada día en un triunfo estratégico sobre sus opositores internos y externos.

No obstante, también se abre una oportunidad histórica. Los venezolanos que aspiran a recuperar la democracia deben dar un paso al frente. Ellos deben ser conscientes de que en ese momento Estados Unidos estaría dispuesto a respaldar la restauración del orden constitucional.

Esa acción podría allanar el camino para que Edmundo González Urrutia, legítimo ganador de las elecciones de 2024, y María Corina Machado, lideresa indiscutible de la oposición, asuman el mandato. Este mandato ya les fue otorgado por el pueblo venezolano en las urnas.

De lo contrario, si la espera mutua se prolonga indefinidamente, Washington podría cometer su mayor error estratégico en la región. Y Maduro seguirá fortaleciéndose, usando el tiempo como su mejor arma.

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