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Por Juan de Austria

La Habana.- El arroz, ese grano esencial en la dieta cubana, se ha convertido en símbolo de una crisis alimentaria que no encuentra solución.

Con un consumo promedio de 60 kilos por persona al año, la isla necesita producir cerca de 600.000 toneladas para abastecer a su población. Sin embargo, en 2024, apenas logró cosechar 80.000 toneladas, una cifra que evidencia la profunda debacle agrícola de la nación.

Ante este panorama, el régimen cubano ha tomado una decisión sin precedentes: permitir que una empresa vietnamita siembre arroz en tierras cubanas.

Se trata de la primera vez desde 1959 que se entrega suelo nacional a una contraparte extranjera para la producción agrícola. En apenas 16 hectáreas, los vietnamitas lograron un rendimiento de 7,2 toneladas por hectárea, una cifra muy superior a la media nacional de 1,7 toneladas.

Pero los detalles del acuerdo entre La Habana y Hanoi permanecen en la sombra: ¿bajo qué condiciones se ha cedido la tierra? ¿Qué derechos tendrá la empresa sobre la producción? ¿Es este un modelo sostenible o apenas un experimento desesperado?

La caída de la producción de arroz no es un fenómeno aislado. El país enfrenta una drástica reducción en la importación de fertilizantes y productos químicos, con un recorte de hasta el 80% en los últimos años.

Además, el acceso a maquinaria agrícola se ha vuelto casi imposible para los productores, mientras que los precios de compra establecidos por la dictadura resultan insuficientes para cubrir los costos.

«Cuando usted no tiene los insumos necesarios, se pregunta: ¿para qué voy a sembrar?», lamenta Alfredo Sacre González, un agricultor con más de 15 años de experiencia en Los Palacios, uno de los principales polos arroceros del país.

El gobierno intenta mantener el suministro de arroz subsidiado a través de la libreta de abastecimiento, entregando tres kilos mensuales por persona.

Esta cantidad resulta insuficiente y los cubanos deben recurrir al mercado informal, donde el precio ha escalado hasta los 800 pesos cubanos (unos 2,30 dólares), una cifra insostenible en un país donde el salario promedio ronda los 14 dólares mensuales.

La crisis del arroz en Cuba es más que una cuestión de producción. Es el reflejo de un sistema agrícola colapsado, de una economía que no logra sostener ni lo más básico y de un gobierno que, en su afán de controlar cada aspecto de la vida de sus ciudadanos, termina asfixiando cualquier posibilidad de recuperación.

Mientras tanto, en las mesas cubanas, el arroz –ese compañero infaltable de cada comida– se convierte en un lujo cada vez más inaccesible.

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