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La Chica de Yde y el abrazo del pantano

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El 12 de mayo de 1897, un grupo de trabajadores holandeses se topó con un hallazgo tan inquietante que pareció detener el tiempo: un cuerpo deformado, cubierto de turba, con el rostro contraído por la agonía y una cuerda aún ceñida al cuello.

Pensaron que habían despertado al mismísimo diablo. Lo enterraron de nuevo, aterrados. Días después, las autoridades recuperaron el cuerpo para analizarlo, sin imaginar que se trataba de una momia natural de más de dos mil años de antigüedad.

La “Chica de Yde”, como fue llamada, era una joven de unos 16 años, de cabello rojizo aún visible tras siglos bajo la tierra. Su cuerpo se había conservado gracias a los ácidos del pantano, que detuvieron la descomposición y dejaron su piel curtida, sus rasgos aún reconocibles y la soga que selló su destino.

Los estudios revelaron que murió entre el 54 a. C. y el 128 d. C. —apuñalada y estrangulada—. Nadie sabe por qué. Algunos creen que fue un sacrificio ritual, otros, una ejecución. Pero su expresión, petrificada entre el dolor y la serenidad, parece susurrar algo más antiguo que cualquier hipótesis: la memoria de una vida arrancada, suspendida en el tiempo por el abrazo del pantano. (Toamdo de Datos Históricos)

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