LA CÁRCEL, LA VIDA DE LOS PRESOS
Por Edmundo Dantes Junior ()
La Habana.- No hice nada, pero nací en esta cárcel, mi mamá nació en esta cárcel, mis amigos, tú naciste en esta cárcel y aprendimos como reclusos perpetuos a sobrevivir, pero dentro no tenemos libertad.
Es grande, muy grande…
Nos dan comida racionada, nos castigan si no decimos lo que quieren, por supuesto no podemos elegir a los carceleros y menos al dueño de la cárcel, al carcelero mayor.
Elegimos supuestamente a uno de nosotros (que resulta ser uno de ellos) en las 16 secciones que conforman la cárcel, y esos llevan nuestras demandas ante los carceleros.
Pero no son nuestras demandas realmente, porque esos, aunque sean presos como nosotros, al parecer no pueden perder el privilegio de ser esos «elegidos por ellos», y de vez en cuando comer un poco mejor, ir a esas reuniones y tener un poco de privilegios.
Se creen libres, al menos eso dicen.
Nunca nadie me respondió o no recuerdo ni siquiera si lo pregunté, por qué no podemos salir… En todas esas conversaciones que tuve había una nebulosa de que sé, pero no sé, con las palabras exactas, era así y ya, todos lo sabían.
No recuerdo tener la certeza a temprana edad de porqué… Veía en las películas que transmitían (sin pudor alguno en la cárcel) a otras personas del mundo que iban a los aeropuertos de sus cárceles, sacaban un pasaje «a dónde sea» y se iban.
Pensaba que eso era ficción, que eso no pasaba y solo pasaba «en las películas». De las cárceles no se puede escapar así, los aviones chocarían.
Si no hemos hecho nada, ¿por qué estamos presos? Pensaba. ¿Quién eligió esto y por qué?
Y caminábamos por dónde quisiéramos dentro, estudiábamos, trabajábamos y luego nos cobraban de distintas formas porque «todo lo que lograste hacer era con material de la cárcel», debías pagarlo.
Muchos decían que afuera de la cárcel era peor: asesinatos, personas con armas por las calles a toda hora, era mejor estar en nuestra cárcel porque, mientras no hicieras nada que molestara al Carcelero mayor y demás carceleros, estarías bien.
Y lo decían por televisión, por el radio, en los periódicos de la cárcel a toda hora.
Pero no tenías libertad.
Ni siquiera podías decir que no tenías libertad…
Porque el Carcelero mayor decía en las convenciones mundiales que nosotros no nos preguntábamos eso, que nosotros éramos felices aquí, que nosotros no teníamos necesidad de ir a ningún otro lugar, que lo «seguíamos»… y digo más, cuando el Carcelero mayor murió, sus sucesores incluso nos hacen decir que somos Él.
Cuando estaba vivo Él hablaba en nuestro nombre. «Los presos» decía «les envían condolencias al líder de la cárcel de Corea». «Los presos condenan a la cárcel vecina», por la escasez, la cárcel vecina nos bloquea, los presos condenan. Por eso hay hambre, por eso no llega agua a las celdas, por eso no hay corriente en las celdas… Decía que decíamos.
Y cuando le preguntabas a los carceleros bajo su mando por qué ellos si tenían agua, corriente, comida si supuestamente éramos todos iguales, te metían en una cárcel más pequeña dentro de la cárcel y todos los demás se olvidaban de ti.
Sus sucesores continúan su legado.
Por eso no tenemos libertad.
«Yo soy libre en mi mente», escuché decir a uno desde de las celdas, y muchos lo apoyaron, decían que sí, que ellos también, pero cuando tienes que especificar es que te falta libertad en todo lo demás.
El carcelero mayor en su momento asaltó el lugar donde vivimos y se apoderó de todo, para que «todos estuviéramos mejor», en ese momento no era una cárcel, se podía salir, él tenía sus razones para querer mejorar cosas en ese momento y muchos lo siguieron.
Pero después decidió en la plaza de la casi cárcel que los casi presos estarían mejor encerrados porque él lo decía, que construiría la igualdad, y los ya presos levantaron las manos y dijeron que sí.
Todavía, 65 años después y con más desigualdad que nunca, dicen que la estamos construyendo.
Murió, tanto sus sucesores como sus privilegiados dentro y fuera continúan diciendo que vivimos en una cárcel paraíso, que si alguien se escapa es por problemas económicos y que en todas las cárceles pasa… No hablan de la libertad.
Ya hay más flexibilidad por parte de los carceleros y han quitado muchas medidas, las cuales «decían», eran culpa de los dueños de la cárcel del norte.
Los presos se alegran, los presos salen, envían comida a sus familiares dentro. A veces regresan mostrando que en otros lugares no hay cárceles, unos les creen otros no (aún), cada vez se van más presos, otros no quieren irse, quieren romper los barrotes y las murallas de la cárcel y ser libres…
Todos mis amigos ya se fueron, buscaron formas de evadir su condena o escaparon. Permanentemente ahora son libres, no tienen que SER nadie, pueden ir a los aeropuertos y vivir una película…
En la foto, mis amigos y yo hace tiempo acabando de ver una película donde una familia de clase media reunió dinero y fue de vacaciones a una isla paradisíaca, con hermosa arquitectura antigua, carros antiguos, mulatas, música, bailes, playas que resultaron ser las que nosotros limpiábamos y no podíamos ir, tabaco que hacíamos, pero no podíamos consumir, y se quedaban en hoteles a los que no podíamos entrar.
Algunos bailaban para ellos, no todos eran privilegiados de los carceleros, algunos tenían hijos y hambre… Bailabas y si eras carismático, y simpático como no eras ni con tus compañeros de celda, te daban unas monedas brillantes que los carceleros nos permitían comprar, y a ellos permitían cambiar por dinero de poco valor de la cárcel y comprar comida dentro.
En las noches de apagón todos somos iguales menos ellos. Hacen medidas y secretos todas las semanas para entretenernos, pero no tenemos ni agua, ni comida, ni medicina, ni gente, ni libertad.
A veces mis amigos y yo, aunque sea a distancia, recordamos todas las conversaciones en la cárcel y sé que en cada celda hay alguien pensando: no hice nada, pero nací en esta cárcel, mi mamá nació en esta cárcel… Y mis hijos…