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Por Albert Fonse ()
Les voy a compartir un resumen de un artículo reciente publicado en The Diplomat, escrito por Peter Dutton, que pareciera que lo hubiera escrito yo. Pero me alegra ver que no estoy solo en esto, y que el Congreso de Estados Unidos ya está al tanto de lo que está ocurriendo. El artículo se titula:
“China’s Beachhead in Cuba Signals an Authoritarian Axis”
(La cabeza de playa de China en Cuba señala un eje autoritario).
Según el autor, China ha comenzado a consolidar una presencia profunda y multifacética en Cuba. Lo está haciendo mediante una combinación de préstamos blandos, construcción de infraestructura crítica, asistencia tecnológica y cooperación militar encubierta. Todo bajo el paraguas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
La magnitud del proyecto es clara: en 2025, China está financiando 55 parques solares en toda la isla, con otros 37 previstos antes de 2028. Estas instalaciones permitirán cubrir más de la mitad de la demanda eléctrica diurna del país, lo que convierte a China en el socio energético dominante en Cuba.
Pero esta inversión no es desinteresada. La energía, la logística y la conectividad son sectores sensibles, y el control sobre ellos permite a Pekín tener palancas de influencia política y económica directas dentro de la isla.
Uno de los puntos más críticos del artículo es la descripción de una red de estaciones de recolección de señales electrónicas (SIGINT) operadas o financiadas por China. Estas se encuentran en:
• Bejucal, la más grande y avanzada, con una instalación CDAA capaz de interceptar señales desde el sur de EE. UU.
• Wajay, Calabazar y El Salao, en proceso de renovación y expansión.
Estas estaciones permiten interceptar comunicaciones civiles, militares, diplomáticas y comerciales. También se menciona que China estaría desarrollando capacidades para recolectar datos del espacio, incluyendo información sensible relacionada con el Centro Espacial Kennedy en Florida.
Las instalaciones fueron analizadas a través de imágenes satelitales por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), lo cual confirma visualmente su modernización reciente.
The Diplomat destaca que la infraestructura de telecomunicaciones en Cuba depende ampliamente de proveedores chinos como Huawei, ZTE y TP-Link. Esto no es solo un tema de acceso a internet, sino de control digital.
El artículo menciona que los equipos chinos se utilizan para censurar páginas, rastrear disidentes, manipular redes sociales y bloquear el acceso a plataformas independientes. Durante las protestas de julio de 2021, estas capacidades fueron empleadas para apagar el internet y reprimir la movilización ciudadana.
Esto convierte a Cuba en un laboratorio regional de exportación del modelo represivo digital chino, lo que genera alarma en organismos de derechos humanos.
Riesgo para Estados Unidos
Uno de los aspectos más alarmantes es la proximidad geográfica. Las estaciones chinas de inteligencia están a solo 145 kilómetros de las costas estadounidenses. Esto ha encendido las alertas en el Congreso de Estados Unidos, donde legisladores de ambos partidos han solicitado al Departamento de Seguridad Nacional (DHS) una evaluación detallada del riesgo que representa esta presencia para la seguridad nacional.
• Posibles ciberataques lanzados desde suelo cubano.
• Campañas de desinformación dirigidas al público estadounidense.
• Espionaje militar y satelital.
• Apoyo tecnológico a la represión de ciudadanos cubanos y exiliados.
El artículo también destaca que la cooperación China-Cuba puede convertirse en un modelo replicable para otros regímenes autoritarios de la región.
Una cabeza de playa autoritaria
La tesis central del autor es que lo que está ocurriendo en Cuba no es simplemente una alianza bilateral, sino la instalación de una cabeza de playa autoritaria en el hemisferio occidental. Es una forma de proyección de poder blando, respaldado por tecnología dura, que desafía el orden liberal y democrático de las Américas.
El artículo cierra advirtiendo que si no se actúa ahora, esta alianza se consolidará y tendrá consecuencias a largo plazo para la seguridad, la democracia y la soberanía regional.