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Por Albert Fonse ()
Si este despliegue militar no invade o tumba a la dictadura venezolana de alguna forma, se convertirá en la mayor burla para el exilio cubano y la oposición venezolana. Ambos han sostenido durante décadas al partido republicano con la esperanza de que llegara el momento definitivo contra La Habana y Caracas. Si ahora, con esta presencia militar en el Caribe, no ocurre nada, quedará demostrado que ninguna administración lo hará.
El exilio cubano en Florida ha sido columna vertebral del voto republicano, confiando en que su sacrificio no sería en vano. La oposición venezolana también apostó su legitimidad en la palabra de Washington, convencida de que la presión estadounidense era el único freno real al chavismo.
Si este despliegue se queda en ejercicios y maniobras, el resultado será devastador: la traición quedará expuesta ante quienes más apoyo le dieron al partido.
No es un asunto de espectáculo militar, es un tema de credibilidad histórica. Sesenta años de lucha contra el castrismo y dos décadas enfrentando al chavismo no se pueden reducir a gestos. Cada día sin acción refuerza la idea de que todo fue y es humo, de que se usó la esperanza de comunidades enteras como retórica electoral. Esa decepción también alcanzará a los latinos en general, que padecen la crisis migratoria generada por esos regímenes.
La pregunta es inevitable: ¿para qué tanto poderío naval si no se convierte en un cambio real? La consecuencia de no actuar será más que geopolítica.
El costo político para los republicanos puede ser irreversible, es muy importante que comprendan los políticos, que si ya llegaron frente a las aguas de esas dictaduras asesinas y narcoterroristas es mejor que actúen y le den la libertad a nuestros pueblos, porque sino olvídense del voto latino.