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ISOROKU YAMAMOTO, EL ALMIRANTE QUE PLANIFICÓ EL ATAQUE A PEARL HARBOR

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Tomado de MUY Interesante

La escalada de tensión entre Japón y los Estados Unidos durante 1941 saltó por los aires el 7 de diciembre en Pearl Harbor, un ataque que planificó el almirante nipón Yamamoto y que dio una nueva dimensión a la Segunda Guerra Mundial abriendo un nuevo frente en el Pacífico.

Madrid.- Todos los historiadores y analistas de la Segunda Guerra Mundial que han escrito sobre Pearl Harbor y la Armada japonesa sostienen que Isoroku Yamamoto, nacido con el nombre de Isoroku Takano, nunca quiso entrar en guerra con Estados Unidos porque creía sinceramente que el poderío armamentístico estadounidense era muy superior al japonés y a la larga ese desequilibrio de fuerzas haría que la balanza se inclinase del lado de EE UU. Sin embargo, Yamamoto, que había sido viceministro de Marina entre los años 1936 y 1939, no podía desobedecer los deseos del emperador Hirohito, que quería tener la supremacía geoestratégica en la zona además de hacerse con diferentes terrenos en China y el Extremo Oriente, y que llevaba desde el 25 de diciembre de 1926 en el trono. Por ello, acató el deseo del emperador y comenzó a preparar el ataque sobre la Armada estadounidense en las islas Hawái.

Isoroku Yamamoto, el almirante japonés que planificó el ataque a Pearl Harbor

Recreación de un “Zero”, célebre caza japonés utilizado desde 1940 hasta 1945. Era el caza embarcado más capaz del mundo y todo un símbolo del Imperio nipón. Foto: SHutterstock.

Este episodio de la guerra comenzó con la firma del Pacto Tripartito, también denominado Pacto del Eje, que se rubricó el 27 de septiembre de 1940 en Berlín. Los promotores fueron Japón, Alemania e Italia. Los dirigentes que suscribieron dicho tratado fueron Saburö Kurusu, por parte del Imperio japonés, Adolf Hitler, por parte de la Alemania nazi, y Galeazzo Ciano representando al reino de Italia. Con la firma de dicho pacto, estos países conformaron una alianza militar que tenía como obligación la mutua defensa en caso de ataque por las fuerzas aliadas contra cualquiera de los firmantes.

Posteriormente a la firma de esta alianza se unieron los reinos de Bulgaria, Hungría, Rumanía y Yugoslavia y la República Eslovaca, después de la desmembración de Checoslovaquia tras la ocupación de los Sudetes por parte alemana. Como curiosidad, añadiremos que España y Finlandia asistieron a la firma del tratado, pero no lo suscribieron; pese al afán que mostró por ratificarlo Ramón Serrano Suñer, siempre muy proclive a entrar en guerra al lado de los alemanes. Como es sabido, el ‘cuñadísimo’ era un ferviente seguidor de los nazis.

En esos momentos, tanto Alemania como Italia habían iniciado campañas militares contra diferentes países aliados. Los firmantes reconocían las esferas de influencia de los tres miembros principales. Japón dejaba a Alemania e Italia vía libre en la guerra en Europa y África, y ambos países europeos reconocían la preeminencia del Imperio japonés en el sudeste asiático.

El primer resultado fue la ocupación japonesa de Indochina, que entonces estaba en manos de los franceses, además de continuar con la invasión de China y los posteriores planes para hacerse con Filipinas, Malasia y las Indias Orientales holandesas. Hasta llegaron a barajar la posibilidad de conquistar Singapur a los británicos. El conflicto bélico extendía sus alas a los cinco continentes. El tratado hacía una salvedad importante: la Unión Soviética no fue incluida en la lista de potencias atacables. Así, Japón salvaguardaba sus intereses en territorio chino, ya que también estaban en conflicto con los soviéticos.

En el breve articulado del pacto, de solo seis puntos, los tres países respetaban el liderazgo de cada uno de los firmantes en su área de influencia y debían cooperar en sus esfuerzos en las líneas pactadas en el tratado. Se asistirían mutuamente en los terrenos político, económico y militar si uno de los firmantes era atacado por una potencia aliada, tanto en el conflicto europeo como en el chino-japonés. La duración del tratado se extendería por diez años. Al expirar, se comprometían a entablar nuevas negociaciones para renovar el pacto. La derrota del Eje impidió toda negociación para prorrogar dicho pacto.

Otro factor importante fue la firma por Yōsuke Matsuoka, ministro de Asuntos Exteriores del gabinete del príncipe Fuminaro Konoe, del pacto de neutralidad suscrito con Stalin el 13 de abril de 1941. El ministro japonés creía que el pacto firmado era el mayor regalo que podía llevar a su país de la gira europea que realizó en esas fechas, en la que también fue recibido con todo lujo de atenciones por parte de Adolf Hitler. Se aseguraba así una posible entente cuatripartita que incluiría al gigante soviético, mal visto por la comunidad internacional después de la invasión de Finlandia en noviembre de 1939, por la que sería expulsado de la Sociedad de Naciones. Se trata del único país en la historia de dicha organización internacional –antecesor de las Naciones Unidas- que fue expulsado.

Yosuke Matsuoka

Yosuke Matsuoka (1880-1946), ministro de Relaciones Exteriores de Japón entre julio de 1940 y julio de 1941. Foto: ASC.

El enfado de los americanos y la ruptura de las relaciones

La firma del Pacto Tripartito y las subsiguientes invasiones japonesas en el sudeste asiático sentaron muy mal en la Casa Blanca. Japón tenía serías carencias de materias primas y de petróleo; de ahí su intención de expandirse por la zona para conseguir lo que en sus islas no tenía. Estados Unidos, con muchos intereses en la zona, no estaba dispuesto a consentir el expansionismo nipón. En mayo de 1941, Estados Unidos expuso, de manera clara, su posición en el documento llamado de los “Cuatro Principios”, que fue redactado por el secretario de Estado americano Cordell Hull y donde se manifestaba contrario a la política expansionista japonesa.

Japón continuó con sus planes y ocupó, como hemos señalado, la Indochina francesa. Con la denominada “Operación Vietnam”, Japón se hacía con las ocho bases aéreas y los dos puertos navales de la zona que estaban en posesión de los franceses. Esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Estados Unidos. El presidente Franklin D. Roosevelt impuso unas severas sanciones económicas a Japón que incluían el embargo de las exportaciones de petróleo y la supresión de las ventas de todos los materiales estratégicos, desde la goma para fabricar neumáticos al estaño y a todo tipo de minerales, en especial el hierro, una manera de entorpecer la construcción de buques, tanques y vehículos blindados.

Además, bloqueó los capitales japoneses en Estados Unidos: las medidas afectaron a los más de 120.000 ciudadanos nipones que vivían en el país. El embargo del petróleo se hizo efectivo el 1 de agosto. Esta decisión provocó el rechazo frontal de la opinión pública japonesa, que creía en la superioridad de su espíritu, en sus altos ideales morales y en la gran misión que creían tener encomendada de liberar a Asia del colonialismo occidental. En ese momento, las reservas de carburante de Japón se estimaba que no superarían los 24 meses y su situación se deterioraba a pasos agigantados. Pese a eso, Japón quería que Asia quedara sometida a otro colonialismo, el suyo, igual de censurable que el occidental.

El 23 de julio, el nuevo secretario de Estado estadounidense, Sumner Wells, que había reemplazado temporalmente a Cordell Hull por enfermedad de este, decretó la ruptura de relaciones con Japón, y dos días más tarde Roosevelt congeló definitivamente los activos japoneses en EE UU. Otros países hicieron otro tanto, como las Indias Orientales holandesas, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda o Filipinas. Acto seguido, el presidente estadounidense nombró a Douglas MacArthur jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses en Extremo Oriente. Ya se palpaba en el ambiente lo que ocurriría meses después, que se iba a precipitar con las decisiones que se irían tomando para oponerse al expansionismo nipón, al que denominaban los propios japoneses “Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Central”.

Summer Wells con John F. Royal

El subsecretario de Estado Sumner Wells (izda.) con John F. Royal, vicepresidente de NBC. Foto: Getty.

Pese a esas decisiones, Japón continuó con una política de apaciguamiento del gigante americano. Intentaron convocar una cumbre de ambos países en Juneau, una pequeña ciudad de Alaska, a finales de septiembre del 1941. Roosevelt ya tenía tomada su decisión y no quiso finalmente reunirse con los representantes japoneses. No fue la única intentona: el primer ministro Fuminaro Konoe continuó tratando de negociar con Washington. Su estrategia no fructificó, aunque llegó a proponer la retirada de Indochina a cambio de poner fin al embargo. Los estadounidenses no lo aceptaron y, harto de la situación creada, Konoe dimitió el 12 de octubre, dejando todo el poder en manos de los militares. Hideki Tojo, ministro del Ejército hasta ese momento, asumió el cargo que Konoe había dejado vacante como primer ministro. El belicismo se había impuesto a la política de apaciguamiento.

Yamamoto y el plan de ataque a Pearl Harbor

Si bien se siguió con esa política seudopacifista, el ejército japonés comenzó sus preparativos, tanto de defensa de sus islas como de ataque a las de Hawái. Desde que el almirante Osami Nagano, en abril de 1941, asumiese el cargo de jefe del Estado Mayor de la Armada, los planes de ataque a Hawái se fueron conformando sin prisas. Nagano dejó en manos de Isoroku Yamamoto la elaboración de un plan de ataque a las islas Hawái, al tiempo que se fijaba como fecha límite el 30 de noviembre de 1941 para zanjar la vía diplomática.

Yamamoto barajó varios planes ofensivos y, con la colaboración de dos reconocidos pilotos, el contraalmirante Takijiro Onishi y el capitán Genda Minoru, intentó mejorar la parte del plan de ataque que no veía clara. Se valieron de la colaboración del piloto Kuroshima, el único que se atrevía a contradecir a Yamamoto (este valoraba mucho esa valentía y honorabilidad). Cuando ya tuvieron el plan elaborado, se lo presentaron a Nagano, que no terminaba de ver la posibilidad de éxito de la empresa, aunque decidió firmarlo por el bien del país. No fue el único que se opuso a dicho plan. Cuando se presentó en el Estado Mayor de la Armada en Tokio, fue rechazado de plano por demasiado osado; no parecía que se pudiese llevar a cabo. Yamamoto, profundamente decepcionado, amenazó con dimitir. Esto era un lujo que el gobierno y la Armada no se podían permitir, por lo que con muchas reservas se decidió aprobarlo.

Isoroku Yamamoto

Isoroku Yamamoto (1884-1943) fotografiado en 1940 a bordo del acorazado Nagato. Foto: ASC.

Luz verde

Una vez se dio luz verde al plan, entre el 2 y el 13 de septiembre, en el tablero de simulacros de la Escuela Naval de Japón se comenzó a ensayar la posible ofensiva y el bombardeo. Acto seguido, la flota se movilizó dirigida por el acorazado Nagato, buque insignia de la flota japonesa, y partió la Armada hacia el sur del país; su primer destino fue Shibushi, una de las bahías más grandes de Japón, situada en dicha área. El 20 de junio comenzaron las maniobras preparatorias de la aviación de la Armada. Debido a las características de Pearl Harbor, cuya ensenada tenía una profundidad que no superaba los 12 metros, comenzaron a adiestrar a los pilotos que portaban en sus aviones bombas y torpedos. Los pilotos debían hacer vuelos rasantes para descargar los torpedos sin que estos se hundiesen en el lecho marino. También practicaron bombardeos en picado. Aquí la tecnología japonesa puso de manifiesto su preparación, consiguiendo que los torpedos se mantuviesen sumergidos a pocos metros en el agua, para así poder alcanzar los objetivos fijados y no chocar con el fondo marino.

Para continuar la preparación, Yamamoto decidió trasladar a la flota a la cercana bahía de Kinko, más al oeste y a pocas millas de Shibushi, en la misma prefectura de Kagoshima. Se escogió esta ensenada porque tenía un extraordinario parecido con la de Pearl Harbor, tanto en las dimensiones como en la profundidad y el perfil orográfico de la costa. Movilizaron a todos los buques y a mediados de septiembre pusieron rumbo a Kinko. Se intensificaron las maniobras para preparar bien el ataque y durante todo el mes de octubre siguieron realizando ejercicios de tiro, tanto desde los acorazados como desde la aviación, que paulatinamente fueron adquiriendo la pericia necesaria para que el bombardeo y ataque a Pearl Harbor fuese un éxito. Pese a esta preparación, algunos mandos de la Armada seguían sin ver claro el ataque. El que más se opuso fue el capitán de corbeta Shimura, además de, como hemos dicho, algunos miembros del propio Estado Mayor de la Armada y parte del gobierno.

Mapa de las Indias Orientales

Mapa de las Indias Orientales del Atlas moderno de Pinkerton (1818). Foto: ASC.

Una vez realizadas las maniobras de preparación, la Armada se desplazó hacia el norte rumbo a las islas Hawái, tomando una ruta cercana al continente para que no pudiesen localizarlos los estadounidense, que seguían con su estrategia de forzar a Japón a dar el primer paso y lanzar la primera bomba. El secretario del Ejército de Estados Unidos lo expresaba así: “¿Cómo poner a los japoneses en una situación en la que se vean forzados a disparar el primer tiro, sin exponernos demasiado?” No se esperaba lo que iba a suceder en la Casa Blanca diez días después de lanzar esta reflexión.

Rumbo a Hawái

La flota japonesa partió el 26 de noviembre del puerto de Iturup, en las Kuriles. Los once días de travesía transcurrieron en el más absoluto secreto, ya que el éxito dependía del factor sorpresa y del silencio en que se produjese su movimiento. Pese a la movilización de tantos buques de guerra, el general Onishi, siempre muy pesimista, manifestó: “No tenemos ninguna esperanza de ganar, a menos que la flota estadounidense en Hawái pueda ser destruida”. En esos momentos, los japoneses ignoraban en dónde se hallaba fondeada la Armada estadounidense. No sabían exactamente en qué puerto estaba.

Una vez puesta en marcha la Armada, el jefe del Estado Mayor de la 1ª Flota Aérea, Ryonosuke Kusaka, volvió a perfilar el plan de ataque. En ese momento, se creía que los buques estadounidenses estaban fondeados en la bahía de Lahaina, pero no tenían la certeza. El mando japonés envió a Hawái unos días antes a un aviador de 33 años con gran experiencia, Suguro Suzuki, que viajó desde las Kuriles en un barco mercante.

Fotografías del almirante japonés Ryunosuke Kusaka

Varias fotografías en las que aparece el almirante de la Armada Imperial japonesa Ryunosuke Kusaka (1893-1971). Foto: ASC.

Durante la travesía, fue midiendo la presión atmosférica de la zona, la intensidad y la dirección de los vientos, además del balanceo de la nave, datos fundamentales para conocer los vientos en Hawái. Este aviador, al llegar a las islas, descubrió dos cosas de extrema importancia: la primera, que los estadounidenses respetaban el fin de semana como si de una fiesta religiosa se tratase, y la segunda, que el grueso de la Armada de EE UU no se encontraba en Lahaina sino en el puerto de Pearl Harbor. Además, proporcionó información sobre los sistemas de seguridad de los hangares de aviones en la base aérea de Hickam.

Vio que sus descubrimientos podrían ser esenciales para su ejército y quiso seguir indagando; para ello, alquiló una avioneta con la que tomó fotografías aéreas de la posición de los buques de guerra estadounidenses, mientras hacía acrobacias suicidas de vuelo por la isla para distracción de los hawaianos. Logró enviar las fotos a sus jefes, que quedaron tan sorprendidos como él mismo. Con esa información, la Armada japonesa pudo maniobrar a tiempo, mientras navegaba con las luces apagadas y con las transmisiones de radio silenciadas rumbo a las islas Hawái, ya con un claro objetivo: Pearl Harbor.

Fotografía aérea de Pearl Harbor

Fotografía aérea de Pearl Harbor (Hawái) poco antes del ataque japonés de diciembre de 1941. Foto: Getty.

El 2 de diciembre, Yamamoto había dado la orden definitiva a Nagumo: “Escalad el monte Niitaka”. Lo que significaba, en clave, que la orden de ataque estaba refrendada por el gobierno japonés. Tenían orden de que si la flota era descubierta antes del 5 de diciembre debían volver a sus bases, y si era después no les quedaba más remedio que el ataque. Este se produjo en la madrugada del 7 de diciembre porque los estadounidenses no fueron capaces de detectar la impresionante Armada que se dirigía hacia sus costas.

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