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Por Dagoberto Valdés Hernández (centroconvergencia.org)
Pinar del Río.- Con frecuencia los cubanos nos ponemos a hacer encuestas acerca de quién podría ser presidente en una Cuba democrática. Nos preguntamos por líderes, no por el tipo de sociedad y de República que deseamos para nuestro país en libertad.
No vamos a negar el papel y la necesidad del liderazgo en todo proyecto familiar, eclesial, social, económico y político. Pero los cubanos ya tenemos sobrada experiencia, a lo largo de toda nuestra historia, acerca del grave error de poner todas nuestras esperanzas en caudillos, en líderes populistas, en mesías iluminados.
No debemos caer, otra vez, en ese error garrafal que tanto sufrimiento ha causado a nuestro pueblo. Todos sabemos que en este mundo no hay hombre perfecto ni hay líderes mesiánicos. Entonces hay que saber elegir bien y para ello son indispensables las siguientes propuestas.
“Si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. (José Martí. Discurso “Con todos y para el bien de todos”. 26 de noviembre de 1891)
“No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”. (Padre Félix Varela. “Cartas a Elpidio”)
Todo programa político debe ser evaluado con los criterios de juicio universalmente aceptados: que son todos los Derechos Humanos para todos los cubanos. No puede haber programa político éticamente aceptable si no contiene, si no asume como línea de acción a los Derechos Humanos, y si no se somete al examen de evaluación periódica del respeto y cumplimiento de dichos Derechos Humanos.
– si consideran el ejercicio del poder como un servicio público.
– si son capaces de proponer soluciones coherentes y viables y no solo de criticar y atacar al adversario.
– si son capaces de trabajar en equipo, tienen poder de convocatoria, tienen vocación universal de inclusión, si no son sectarios y si saben coordinar proyectos, acciones y programas en lugar de hacerlo todo por sí mismos.
– si tienen sindéresis, es decir, si saben discernir ética y cívicamente. Si tienen capacidad natural para juzgar rectamente. Si tienen lo que Aristóteles llamó “prudencia política”, vale decir, capacidad para actuar con sabiduría y moderación, para encontrar el justo medio virtuoso entre los vicios extremos, es decir, no ser extremista.
– si tienen capacidad para interpretar los signos de los tiempos, hacer análisis objetivos de la realidad, hilvanar acontecimientos, hasta llegar a tener una visión global e integrada de la sociedad.
– si tienen vista larga, para otear el horizonte, para prever el futuro y para vislumbrar los escenarios que se avecinan.
Para que las primeras elecciones en Cuba no sean un nuevo fracaso y para cerrarle la puerta del poder a nuevos caudillos, es del todo necesario, adelantar un programa de educación ética y cívica desde la familia, la Iglesia, la escuela y en todos los grupos de la sociedad civil, tanto en la Isla como en la Diáspora.
Cuba, los cubanos, no nos podemos dar el “lujo” de volver a fallar después de haber logrado el cambio verdadero hacia la libertad y la democracia. Porque el ejercicio de la democracia y de la libertad no se practica automáticamente, hay que aprender a vivirlas y a respetarlas en los demás.
No se pueden utilizar los mecanismos propios de la democracia para destruirla desde dentro.