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He estado pensando en… qué decirle a la Virgen de la Caridad

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Por Padre Alberto Reyes Pías ()

Camagüey.- Se acerca la fiesta de la Virgen de la Caridad, de la Patrona, de la Reina, de la Madre.

Es un día especial para poner en sus manos nuestra vida y para, a través de ella, ponernos en las manos del Hijo y de Dios Padre.

Es un día para agradecer, y es un día para pedir.

Agradecer el que haya sido durante tantos años ancla, sostén, y punto de referencia en los altibajos de nuestra historia.

Y pedir, pedirle por la realidad cotidiana de este pueblo suyo. Pedirle que mire nuestra espantosa e insuperable miseria material, y esta vida agobiante hecha de hambre, de enfermedad sin recursos, de
oscuridad casi perenne. Pedirle que mire nuestras esperanzas rotas, nuestro presente sin rumbo y nuestro futuro si luz.

Pedirle que acoja nuestro miedo a alzar la voz, y que escuche el grito quemante que ruge hacia adentro pero que se quiebra en los labios, ante la amenaza del castigo, de la represión, de la cárcel. Y pedirle que mire cómo nos van ganando terreno el deterioro de la enseñanza, la precariedad de los servicios médicos, la falta de movilidad, la violencia, la suciedad… a la par que crecen la indiferencia y los discursos vacíos e ilógicos de los que controlan la nación.

Valor y fuerza

Pedirle que nos infunda el valor de vivir en la verdad, que nos dé la fuerza para perder el miedo a expresar lo que es evidente, lo que ven nuestros ojos, lo que palpan nuestras manos, lo que todos sabemos.

Que nos demos cuenta que, si bien somos libres para elegir y defender las opciones políticas que queramos,
el hambre es real, los apagones son reales, la falta de medicamentos es real, la suciedad de nuestras calles es real, el estancamiento de la economía y la diferencia abismal entre lo que se gana y lo que cuesta la vida, es real, porque el amor a una ideología ni quita el hambre ni genera electricidad.

Y esta situación no es algo que como pueblo tengamos que entender sino algo que los que nos gobiernan tienen la obligación de resolver, y si no quieren, o no pueden, lo más digno es reconocerlo y entregar a otros la dirección del país.

Y pedirle también que nos haga caer en la cuenta que estas situaciones pueden sacar de nosotros lo mejor y lo peor.

Quiero pedirle que el abismo de precariedad que estamos viviendo no nos haga egoístas, violentos, mezquinos. Por el contrario, que mientras intentamos sobrevivir en este lodo que nos sumerge, sepamos darnos la mano, y ser solidarios, y ayudarnos unos a otros, para que cuando amanezca la libertad sobre esta tierra, estemos preparados para construir una Cuba nueva donde la miseria, el miedo y la falta de horizontes sean solamente un recuerdo.

Sí, Virgen de la Caridad, ruega por nosotros

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