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Por Jorge Fernández Era

La Habana.- Laide insistió ayer en acompañarme a la Unidad de Aguilera. Dado su estado de salud, peor que el mío, hablé con mi hermano para que acudiera, no fuera a ser que a mi esposa le aumentara más la presión y sufriera un desmayo en medio de la espera. Muy cerca de la una de la tarde ya estábamos allí. En los alrededores no vimos a ninguno de los agentes de la Seguridad que me atienden, mas percibimos —por ese instinto desarrollado con el tiempo— que la comisión de bienvenida había sido activada con otros secuaces.

Una oficial de guardia me hizo pasar y me invitó a sentarme en un banco. Poco después la jefa de la Unidad —quien en todo momento me trató respetuosamente— asomó por una puerta para decirme que en breve estaba conmigo. Cerca de la 1:15 pm me invitó a seguirla hacia el piso superior. Nos escoltaba un militar con uniforme del Minint y un civil que se sentó a mi lado en la oficina de la secretaria, pero minutos después se retiró. Miosotis —así se nombra quien dirige aquello— me invitó a pasar a su espaciosa oficina. En ella esperaba también el militar de alto rango. Interrumpí la introducción de la directiva para cuestionar el hecho de que la entrevista era con ella y hubiera un invitado que ni se presentó. «No se preocupe, es el oficial de la Contrainteligencia que nos atiende». No dije más, no iba a negarle al compañero la posibilidad de disfrutar de aquel cómodo sofá. Él reciprocó no abriendo la boca en todo el encuentro.

Me preparé para la «entrevista» con la convicción de que de allí no saldría por mucho tiempo, pero en mi blog de posibilidades no apunté lo que vino después. «Lo hemos citado para informarle que la Fiscalía ha decidido suspender la causa que se le sigue por el delito de Desobediencia, y, en consecuencia, se anulan las medidas cautelares de “Reclusión domiciliaria” y de “Prohibición de salida del país” que pesan sobre usted desde abril de 2023».

Pedí la palabra e hice un pequeño paréntesis para explicar que no había sido una simple causa de Desobediencia, y que en los más de dos años y medio que había durado reclamé en numerosas ocasiones, por ese atropello y otras anomalías, ante los órganos correspondientes —Fiscalía provincial y municipal, Fiscalía General del Minint, Oficina de Atención a la Población del Palacio de la Revolución y algunos otros organismos que yo creí tenían que ver conmigo por mi condición de periodista y escritor—, sin que hasta el momento se me hubiera brindado respuesta alguna.

La aludida no objetó mis aclaraciones y pasó a llenar los papeles de rigor. En uno se exponía que a partir de ese instante yo era un ciudadano libre de cargos, y en el otro se hacía constar la anulación de las medidas cautelares de las que se agarraron los valerosos combatientes del DSE para acosar mi domicilio, detenerme, conducirme, meterme en calabozo, golpearme, intentar los consabidos chantajes y cometer represalias contra mi familia, solo por escribir ácidas críticas humorísticas contra el caos que vive la nación y que bastaron para que un oficial de la PNR me denunciara por cuatro delitos. Recuérdese que en un principio la cadena perpetua oscilaba sobre mí, pues mi peligrosidad incluía los cargos de «Irrespeto a los líderes de la Revolución», «Difamación contra oficiales de las instituciones armadas», y «Sedición».

Acto seguido, tras leer los dos documentos impresos, hube de refrendarlos. Me he negado a estampar mi firma en otros papeles secundarios, pero estos validaban lo que yo había exigido desde que el 27 de enero de 2023 un oficial de la Seguridad me cayera en casa para citarme y meter miedo sobre mi futuro próximo.

Claro que es una victoria, no importa lo que pase conmigo en adelante. Dejar libre a una persona que siempre lo ha sido y que se limpió olímpicamente en la prisión hogareña debe ser un trago amargo para los represores. Lo logré a puro timbales, sin rebajarme a pedirles perdón ni dejar de pensar en lo que pienso: que la contrarrevolución la hacen quienes pretender anular derechos que debían ser el pan nuestro de una sociedad que se ufana de ser «nueva» y «justa». Los métodos seguidos contra mí rezuman fascismo por los cuatro costados y dicen muy poco de las convicciones, ética y valores humanos de quienes los enarbolan. Hablan de batalla de ideas, pero no tienen una sola para enfrentar con valentía un mínimo cuestionamiento al poder dictatorial y corrupto que nos gobierna. Por ello recurren a bajezas como las que he tenido que sufrir en los últimos treinta y tres meses.

No puedo estar del todo feliz cuando tanta gente es reprimida solo por expresarse contra el estado de cosas, que es igual a expresarse contra el Estado. Alina y Jenny enfrentan un absurdo proceso que las convierte de víctimas en victimarias. A Alexander Hall, hermano que me hizo el inmenso honor de que lo acompañara en la edición de un libro indispensable para entender a esta Isla («Cuba 11J. Perspectivas contrahegemónicas de las protestas sociales»), y que me apoyó personalmente en mi primera detención el 6 de abril de 2023 (la foto junto a Raymar, otro valioso amigo, lo atestigua), le ha sido negada su salida del país para asistir a un curso en Ecuador. Luis Robles fue finalmente liberado tras permanecer por años en una prisión por portal un cartel. Yosvany Rosell cumple hoy veintinueve días en huelga de hambre para exigir justicia ante su injusto encarcelamiento por los sucesos de julio de 2021. Otros cientos de jóvenes siguen presos por similares causas.

Que nadie se llame a engaño: mi «absolución» no demuestra la «extraordinaria bondad, generosidad, humanidad de la Policía y la Seguridad en este país». Ninguno de los agentes que me golpeó, acosó, injurió y me detuvo arbitrariamente será degradado o se le hará una amonestación pública ante sus compañeros de tropelías. Lo que ha sucedido conmigo es parte del tratamiento selectivo que utilizan para dividirnos, además de manifestación de la absoluta impunidad con que obran y reciben órdenes de arriba.

No es casual la campaña contra El Toque, un medio con el que colaboro desde hace casi dos años. Lo que más les molesta no es la tasa cambiaria que los desnuda como incompetentes, sino el periodismo reflexivo y sin cortapisas que ya quisiera tener alguna de las publicaciones líderes de la «profunda transformación de la prensa cubana» de que alardea la sumisa Unión de Periodistas de Cuba.

No me asombraría que me cierren una causa para abrirme otra. No lo temo. No temí a las amenazas de cárcel y de privación de la vida que recibí por ser un tipo incómodo y honesto, como me enseñaron mis padres. Prefiero pensar que, más que epílogo, este es el cierre de un primer capítulo.

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