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Guardiola: solo vacas, trenes y silencio

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Por Yoyo Malagón ()

Madrid.- Pep Guardiola ha decidido que su tiempo como entrenador tiene los días contados. En una entrevista con GQ Hype, el técnico catalán confirmó lo que muchos sospechaban: tras su etapa en el Manchester City, se tomará un descanso indefinido.

«Sé que después de esta etapa voy a parar, esto seguro, está decidido, más que decidido», dijo, con esa mezcla de firmeza y melancolía que solo él sabe conjugar. No hay fecha exacta, pero sí una certeza: cuando el City ya no sea su casa, Guardiola dejará los banquillos para «centrarse en sí mismo». O, como diría su abuelo, para «ver pasar las vacas cuando el tren pasa».

Esta no es la primera vez que Guardiola siente el peso del agotamiento mental. Lo vivió como jugador, lo repitió al dejar el Barcelona en 2012, y ahora vuelve a escuchar esa voz interna que le dice «basta».

La diferencia es que, esta vez, no hay un «próximo reto» en el horizonte. Solo un parón largo, quizá de años, quizá para siempre. «Cuando ganas seis Premier Leagues, llega un momento en que tú bajas. Es el ser humano», admitió, reconociendo que incluso su imparable máquina de trofeos necesita repostar.

Quiere ser dueño de su tiempo

Lo curioso es que, pese a su desgaste, Guardiola sigue disfrutando de la presión. «¿Que hay gente esperando que fracase? Sí, sí, seguro. Y encantado de recibirles. Eso te da energía», dijo, casi retando a sus críticos.

Pero detrás de esa bravura hay un hombre que ya no quiere lidiar con las noches sin dormir, con los jugadores resentidos por no jugar, o con las ruedas de prensa que parecen juicios sumarísimos.

«Tengo 23 jugadores y escojo a 11 cada tres días. Los otros 12 sienten que no los quiero», confesó, revelando el coste emocional de dirigir a estrellas multimillonarias con egos de tamaño similar.

Su temporada más difícil en Inglaterra —con una racha de 14 partidos sin ganar y una eliminación temprana en el Mundial de Clubes— le sirvió de espejo.

«Ha sido muy saludable que nos haya pasado», admitió, como si el fracaso fuera una vacuna necesaria contra la arrogancia. Pero también fue la gota que colmó el vaso. Guardiola ya no quiere ser el arquitecto de equipos imbatibles; quiere ser, simplemente, dueño de su tiempo.

Solo vacas, trenes y silencio

Mientras planea su salida, aún tiene flecos por atar. Como su obsesión por Fermín López, el joven del Barça al que quiere fichar como último capricho antes de irse. O su defensa de Lamine Yamal, a quien pidió que dejen crecer sin compararlo con Messi: «Es como si comparan a un pintor con Van Gogh. Hostia, no está mal, pero déjenlo ser» .

Todos estos detalles revelan a un Guardiola en modo despedida: corrigiendo detalles, protegiendo talentos, pero con la mente puesta en el día después.

Cuando ese día llegue, el fútbol perderá a su último alquimista, ese que convertía tácticas en poesía y jugadores en leyendas. Pero Guardiola no se irá con remordimientos.

«La etapa del Barça se acabó para siempre», dijo, cerrando puertas con la misma contundencia con que las abrió. Lo único que llevará consigo son las relaciones humanas —esas que, según él, son «lo chulo que te queda»— y la certeza de que, por primera vez en décadas, su próximo partido no tendá ni táctica ni alineación. Solo vacas, trenes, y silencio.

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