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Exportar el hambre: una mirada crítica a la economía cubana

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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- En Cuba, el término exportación se ha convertido en sinónimo de supervivencia… pero no para el pueblo. Mientras se habilitan miles de hectáreas en Artemisa para cultivar maní, marañón, frijol verde, malanga y papa, con destino exclusivo a mercados extranjeros, el cubano promedio sigue enfrentando una realidad donde el plato está vacío y la esperanza escasea.

¿Cómo se explica que en un país donde hay hambre literal, se priorice alimentar a otros? ¿Por qué se exporta todo mientras los niños abandonan la escuela para trabajar y ayudar a sus familias?

La colaboración con Vietnam en proyectos agrícolas, como el arroz, plantea una pregunta incómoda: ¿acaso el cubano no sabe cultivar? ¿O simplemente no se le permite jugar bajo las mismas reglas que los extranjeros?

Hasta 1959, Cuba era un país agrícola y ganadero por excelencia. Hoy, parece que se ha olvidado ese legado. Los tabacaleros son obligados a vender su tabaco de capa como si fuera picadura. Los apicultores, incentivados con dólares para exportar miel que ni siquiera se encuentra en el mercado nacional. ¿Y esos dólares? Solo sirven para comprar insumos… al mismo Estado que los paga. Un círculo vicioso donde el único ganador es el aparato estatal.

El cubano tiene que ser protagonista

¿Por qué no incentivar con pesos cubanos? ¿Tan despreciable es la moneda nacional?

El Estado adeuda millones a los campesinos, pero sigue apostando por proyectos extranjeros, porque esos sí garantizan divisas. El cubano, en cambio, queda excluido de la economía real. Se le niega el derecho a producir, a comerciar, a prosperar.

Hoy, somos extranjeros en nuestra propia tierra. Y los verdaderos extranjeros tienen más derechos que nosotros.

La obsesión por la exportación no es una estrategia de desarrollo: es una condena. Garantiza dólares para el gobierno y hambre para el pueblo. En lugar de liberar las fuerzas productivas internas, se prefiere entregar la tierra a manos foráneas, perpetuando un modelo que excluye, empobrece y silencia.

Cuba no necesita más experimentos. Necesita justicia económica, soberanía productiva y un modelo donde el cubano sea protagonista, no espectador.

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