Enter your email address below and subscribe to our newsletter

EXCLUIDOS

Comparte esta noticia

Por René Fidel González ()

Santiago de Cuba.- Eres un excluido incluso aún cuando crees participar, incluso cuando aún no te discriminan, cuando aún no te persiguen, incluso cuando aún eres leal.

Eres un excluido incluso cuando aún no te castigan, cuando aún crees que eres representado -por algo, por alguien -, incluso cuando aún no sufres la retaliación oficial, en cualquiera de sus formas o apropiaciones privadas-.

Eres un excluido incluso -más- cuando apelas a la justicia, al honor, a la decencia y otros bienes que no son públicos ya, ni accesibles, ni invocables, porque fueron todos declarados obsoletos y peligrosos, si llegaban a volverse reales.

Eres un excluido incluso cuando aún eres un oportunista exitoso, con la salvedad de que nadie te va a perdonar si creyeras, por un instante, lo contrario.

Eres un excluido incluso cuando aún crees gozar de derechos y libertades, precisamente porque muchas veces, ante tus ojos, otros fueron despojados de ellos, y tú no.

Eres un excluido cuando no puedes decidir sobre los que deciden, ni corregir el destino que ellos quieren para ti o el que te proporcionan, y crees inaceptable e indigno. Eres un excluido cuando estos, inamovibles por ti, posponen con desdén el futuro tuyo mientras viven anticipadamente en el suyo.

Eres un excluido cuando no puedes cambiar el curso de una injusticia, de dos, tres o de muchas de ellas. Ese es el propósito de la exclusión, impedirte prevalecer sobre lo injusto, sobre sus artífices y sus esbirros.

Eres un excluido incluso cuando aún crees que podrás proteger a tus hijos con los méritos acumulados por la indiferencia, la simulación, la hipocresía y la cautela practicada a lo largo de la existencia a la que diste jerarquía y título de vida.

Eres un excluido incluso cuando aún simulas no ser un vulgar simulador de la inclusión; cuando disfrutas de la victoria sobre otros que te concede la exclusión. Lo eres, lo serás, incluso cuando hagas cálculos y creas tener la ventaja de conocer el momento preciso para salir a tiempo de la noria de la exclusión.

Eres  continúas siendo- un excluido aún cuando vives fuera de nuestra tierra, e incluso más, e incluso de muchas formas, porque la exclusión se reproduce, pretende ser endémica y sobre todo crónica en nosotros. Ese es su éxito mayor, cuando lo logra.

Eres un excluido aún cuando regresas, cuando puedes regresar, incluso más que cuando no te dejan regresar, porque estás, entras otra vez, al cuarto de los espejos de la exclusión y te reconoces en cada uno de ellos como lo que sigues siendo.

Eres un excluido, y él, y ella, todos nosotros, cuando cada remesas que ansían los que nos excluyen, tienen que expresar, inexactamente, las lágrimas, los besos y los abrazos, los amores que no podemos darnos.

Eres un excluido cuando tus hijos y nietos se sienten excluidos por lo mismo que viste excluyendo muchas veces a muchos otros, de lo que formaste parte, de lo que te sentiste a salvo o creíste que no tenía que ver contigo. Eres un excluido, sientes que, exactamente, un derrotado, porque no pudiste hacer valer el derroche de valentía y sacrificio que hiciste, la abnegación, la humildad y la virtud tuya para protegerles.

Eres un excluido cuando se te hacen indiferentes y ajenos los excluidos pobres, los excluidos alucinados, los excluidos tristes. Lo eres también cuando ves regresar lenta pero firme la violencia contra ellas por ser ellas, cuando ves regresar la riqueza para cercarlas y hacerlas otra vez en la maldita sumisión de la víctima, cuando ya no puedes exigir respeto, menos la igualdad para tus hijas.

Eres un excluido cuando envejeces y ya no eres útil, ni necesitan, sino escasamente, de la complicidad tuya, de la desconfianza tuya al otro, del miedo tuyo al otro, de la capacidad tuya para causar daño al otro, para excluirlo. A esa sensación que han sentido otros antes de que lo hagas, por la que a veces se contrae la maldición de la sinceridad íntima y tardía, le llaman la última exclusión.

Amarga, sin grandilocuencia, ni estridencia alguna, invencible e inexorable es, sin embargo, apenas el fin de un excluido, no de la exclusión. ¿Ahora entiendes el por qué de la vergüenza?

Eres un excluido no porque la igualdad política le fue negada a otros para que estos no pudieran usarla contra ti, sino realmente porque la desactivaron, negaron y olvidaron para poder excluirnos a todos.

Eres un excluido porque para evitar reconocer la igualdad te prohibieron sentir y practicar lo que sin embargo supiste intuir desde el principio: yo soy los otros.

Ella, la igualdad política, te seguirá siendo negada, a todos, a cada generación, hasta que sea conquistada y restablecida como la condición para la plenitud posible de todos, como el derecho de iguales políticos que es, para que no seas, nunca más, lo que eres, lo que somos en nuestra propia tierra: los excluidos.

Deja un comentario