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Por Joel Fonte ()
La Habana.- El derecho internacional humanitario es aquel conjunto de normas jurídicas que busca reducir el efecto nocivo de los conflictos armados sobre las personas y poblaciones.
La existencia misma de este instrumento internacional supone la aceptación de que las guerras son un hecho real. Son casi tan antiguas como la existencia de las primeras comunidades humanas.
Solamente en las dos guerras más grandes que ha conocido la humanidad -la Primera Guerra Mundial, de 1914 al 1918, y la Segunda Guerra Mundial, del 1939 al 1945- el mundo sufrió la pérdida de más de 65 millones de seres humanos.
¿Es lícito, entonces, invadir un territorio soberano para derrocar a un régimen tiránico?
Lo primero que hay que definir es que el concepto ‘soberania’ está relacionado con la independencia política. Se vincula con el derecho de una nación a decidir libremente sobre todo lo relacionado con la política, la economía, la sociedad, la vida en general del país y de sus ciudadanos.
Esa soberanía la ejerce ese pueblo a través de sus gobernantes, de sus representantes. En principio, deben ser elegidos directa y libremente por los ciudadanos que depositan en ellos esa soberanía.
Pero ningún déspota, ningún tirano o dictador, precisamente por el ejercicio antidemocrático con que opera su Poder, siempre contra la voluntad de los gobernados, ha recibido soberanía de estos. Ninguno tiene legitimidad, autoridad reales.
Entonces, incluso los más pacifistas no pueden negar que las intervenciones militares para restablecer los derechos humanos violentados por dictaduras constituyen en casos extremos una necesidad. La vida ha confirmado sobradamente que no existen pacifistas absolutos. La humanidad no puede fatídicamente prescindir de la violencia, del ejercicio primitivo de la fuerza. Es la tesis primaria del austriaco y padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, validada en su propia decadencia como judío acosado por Hitler.
Incluso el instrumento de derecho internacional más recurrente en la contemporaneidad, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue aprobada sobre los cadáveres aún insepultos de la Segunda conflagración mundial. Garantiza a los ciudadanos, en su preámbulo, el ejército de la rebelión contra los regímenes que los obligan a ello, como recurso último.
Así, considero que no puede alegarse defensa de soberanía nacional para oponerse a invasiones militares que buscan restablecer la democracia por parte de dictadores que pisotean los derechos de su propio pueblo.
Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Castro en Cuba, son asesinos que no merecen el Poder que han violentado. Ejercitan contra la voluntad de sus pueblos víctimas de sus crímenes.
Y el derecho contemporáneo ya no es el consuetudinario de la época medieval. Este garantizaba la impunidad a los asesinos que se vestían de monarcas, esto mientras el pueblo agonizaba en el hambre, las enfermedades, en la desesperanza.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.