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Elizabeth Freeman, la mujer que se defendió a sí misma y liberó a un estado

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«En cualquier momento, en cualquier momento mientras fui esclava, si me hubieran ofrecido un minuto de libertad y me hubieran dicho que debía morir al final de ese minuto, lo habría aceptado». — Elizabeth Freeman

En 1780, en Massachusetts, una mujer esclavizada escuchó por primera vez las palabras que cambiarían su destino: “Todos los hombres nacen libres e iguales”. Aquella noche, comprendió que esa promesa debía incluirla también a ella.

Su nombre era Elizabeth Freeman, y su coraje encendió una chispa que alteró la historia de Estados Unidos. Sin saber leer ni escribir, acudió a un abogado y le preguntó con una lucidez desarmante:
«¿Acaso la ley no me dará mi libertad?».

El joven Theodore Sedgwick aceptó defenderla, y juntos llevaron a juicio a sus propios dueños. En 1783, el tribunal declaró que la esclavitud era incompatible con la Constitución del estado.

Elizabeth no solo ganó su libertad: abolió la esclavitud en Massachusetts, ochenta años antes que el resto del país.

Rechazó volver con sus antiguos amos, prefiriendo trabajar para la familia Sedgwick, con quienes permaneció hasta el final de sus días. Vivió hasta los 85 años, rodeada de hijos y nietos, símbolo de una victoria silenciosa pero inmensa.

Su historia nos recuerda que la libertad, incluso en un solo minuto, vale más que toda una vida de sumisión.

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