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ELIÁN, 25 AÑOS DESPUÉS: LA MASCARADA DEL NIÑO BANDERA

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Por Oscar Durán

La Habana.- Han pasado 25 años desde que una escopeta federal entró en una casa de Miami para rescatar a un niño dormido, convertido en símbolo, rehén emocional y bandera de propaganda. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha desempolvado hoy esa historia, como si fuera una medalla heroica en el pecho de un sistema que lo ha convertido todo —absolutamente todo— en una batalla ideológica. Incluso, la infancia.

“Hace 25 años Elián González y su padre se reencontraron”, escribió Rodríguez en X. Y lo hizo con la solemnidad de quien narra una victoria épica. Dice que fue un rescate. Que hubo unidad popular. Que Fidel Castro lideró la cruzada por su libertad. Libertad, sí, esa palabra que en Cuba significa obediencia.

La historia real, sin embargo, es más triste. En noviembre de 1999, Elizabeth Brotons, madre de Elián, huyó de la isla en una balsa precaria junto a otras diez personas. Murieron todos, menos el niño. Fue rescatado en las costas de Florida, y ahí comenzó el verdadero naufragio: el de su identidad, su privacidad y su derecho a vivir sin ser usado como ícono político.

Un niño adoctrinado

A Elián lo convirtieron en símbolo mucho antes de aprender a leer. Fue trofeo de guerra entre dos sistemas: el exilio y la dictadura de siempre. Lo llevaron a mítines, lo vistieron de uniforme, lo sentaron al lado de Fidel como si fuera un nieto predestinado a perpetuar la narrativa del sacrificio revolucionario.

Y hoy, un cuarto de siglo después, lo siguen utilizando. Rodríguez habla del “reencuentro” con su padre como si se tratara de una epopeya. Se olvida de decir que el niño fue sacado por la fuerza de una casa, entre gritos y armas largas. Se olvida de decir que al regresar a Cuba, su infancia fue encapsulada por el régimen, convertido en ídolo y modelo a seguir en una isla que no da opción a ser otra cosa.

Elián González no tuvo elección. Fue víctima del mar, del fanatismo político, de la propaganda cubana y del oportunismo del exilio. Y ahora, cada 22 de abril, lo desempolvan como si fuera el Che de los noventa. Le llaman héroe, símbolo, sobreviviente. Pero nunca le han preguntado si alguna vez quiso ser niño, solo eso, un niño.

El caso Elián fue el ensayo perfecto del guion que aún rige en Cuba: el Estado como padre, la patria como propiedad, el individuo como recurso. Si eso fue libertad, que venga alguien y me lo explique. Porque lo que yo vi, y aún veo, es a un niño convertido en prisionero emocional del régimen. Y 25 años después, la celda sigue decorada con consignas.

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