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Por René Fidel Gonazález ()
Santiago de Cuba.- ¿Cuál es la razón esencial por la que la sociedad cubana se desintegra ante nuestros ojos? ¿Por la que los jóvenes tienen proyectos de vida transnacionales y muchos no ven su futuro en Cuba? ¿O por la que tantos adultos jóvenes y mayores abandonan su país con cualquier destino para intentar empezar otra vez?
¿Por la que los ancianos y los niños abren paso con dolor a hijos y padres, incapaces de evitar ese tránsito?
Nadie en Cuba, ninguno de ellos, ofrece algo que sirva de asidero a un sueño.
No hablan de un sueño, no tienen un sueño que ofrecer, no hacen ya soñar desde hace mucho.
No hablan ni escriben en el idioma de los soñadores; como si el vicio de poder que padecen y el odio, el desdén, la mentira y la mezquindad de los que se han valido para sufragarlo los hubiese hecho estériles, al menos para algo distinto a sus propios sueños.
Ellos nos quieren hacer creer que nuestro sueño es nefasto; que los que se han ido por el mundo ya no sueñan con Cuba, que ya no sueñan como cubanos; que los que nos hemos quedado tenemos que vivir en represión, en desprecio, en oprobio, en la complicidad con ellos, en la indignidad de la pobreza en todas sus formas, sin atrevernos siquiera a imaginar algo distinto a lo que nos imponen.
Y, sin embargo, el sueño cubano existe. Tenemos un sueño. No podrán impedirlo eternamente.
Sueña, sigue soñando. Lo que estamos defendiendo de ellos es nuestra vida, nuestra única vida.
Nuestra voz, plural y diferente, esa que se empeñan en que no se escuche, en que no se conozca, es la voz del sueño.
Cuando empecemos a escucharnos a todos nosotros, estaremos ya haciendo el sueño. Es toda la oportunidad que tenemos que darle a nuestra felicidad.