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En la Toscana del siglo XIX, el nombre de Domenico Tiburzi se convirtió en leyenda. Para unos fue un asesino despiadado, para otros, un Robin Hood moderno que enfrentó a los poderosos en nombre de los campesinos.
Su historia comenzó en Pianiano, en 1836, y pronto se tiñó de violencia: a los dieciséis ya figuraba en la lista de delincuentes. Pero el hecho que selló su destino ocurrió en 1867, cuando mató a un guardia que lo había multado con 20 liras por recoger hierba en los campos de un marqués. Lo que pudo ser un simple altercado rural lo transformó en un fugitivo. Desde entonces, la montaña fue su refugio y la Maremma, su reino.
Tiburzi se unió a bandas de forajidos y rápidamente ascendió como líder. Bajo su mando, los bandidos aplicaban un “impuesto de bandidaje” a nobles y terratenientes, mientras redistribuían parte del botín entre campesinos y viudas. Esa mezcla de brutalidad y justicia lo convirtió en una figura ambigua: benefactor para los pobres, amenaza para el poder.
Pero no era un hombre piadoso. Ejecutó a compañeros que rompían las reglas, castigó a espías y no dudó en vengarse de quienes consideraba traidores. Su justicia era tan implacable como la de los mismos carabineros que lo perseguían.
Durante más de dos décadas, burló redadas, emboscadas y recompensas. La Maremma lo protegía: cada campesino era un cómplice silencioso. Sin embargo, en 1896, tras veinticuatro años de fuga, Tiburzi fue finalmente abatido en Capalbio. Su cadáver fue fotografiado atado a una columna de mármol: la única imagen que nos queda del “rey de los bandidos”.
A pesar de las órdenes, se le celebró un funeral al que acudieron campesinos y pobres. Para ellos, Tiburzi no era un criminal, sino un símbolo de resistencia contra un sistema que los oprimía.
Hoy su figura permanece en el límite de la historia y la leyenda: ¿fue un benefactor que robaba a los ricos para sostener a los humildes, o un bandido sanguinario que sembró muerte en la Toscana? Quizá fue ambas cosas, porque, como toda leyenda, Domenico Tiburzi encarna las contradicciones más hondas de la condición humana. (Tomado de Datos Históricos)