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Por Reynaldo Medina Hernández
La Habana.- Se veía venir desde la muerte del Taiger. Resulta evidente el intento de «patriotizar» el reparto y de atraer, para sumar, a los reparteros realizadores y consumidores. La meta es sumar a las filas de los simpatizantes del Gobierno. Vayamos al principio.
La Revolución siempre tuvo su propia «banda sonora». Al principio marchas e himnos que reflejaban la épica: del «26 de Julio», de la «Alfabetización», del «Guerrillero». A medida que se enfriaba la euforia del triunfo fueron siendo relegados. Quedaron solo para actos políticos, y su espacio lo ocuparon los temas de la nueva trova. Quizás sea más exacto decir, de lo que se llamó la nueva canción, en las voces de Silvio, Pablo, Noel, Sara, Vicente, y agrupaciones como Moncada, Mayohuacán y Manguaré, sin olvidar a Carlos Puebla y sus Tradicionales.
Con los años, dejó de existir un movimiento cohesionado con el solo propósito de hacer canciones políticas (entiéndase, de alabanzas al proceso). Sin embargo, siempre existieron individualidades, como Osvaldo Rodríguez (que luego se fue, dicen los jodedores que a buscar el bastón que se le perdió cuando cantaba en los 5-U-4), con «60 primaveras», «Canción del XX Aniversario» y la «Marcha del Pueblo Combatiente». También destacan Kiki Corona y Cándido Fabré, entre otros.
Hoy pueden mencionarse al recientemente fallecido Eduardo Sosa, a Arnaldo (el del Talisman), a Raúl Torres (que no está en el Museo de la Música) y a Annie Garcés (la muchacha de la boca grande que grita). Buena Fe lo hace fuera de los escenarios. Excepto algún tema por encargo como «Valientes» -sobre los médicos-, no hacen «canciones revolucionarias», aunque intenten hacernos creer otra cosa. Nosotros, pobres anormales, no lo entendamos.
Hay hechos aislados, como descongelar al Quinteto Rebelde. También esos viejos gordos que en un parque dizque «bailaron» una avanzada. A pesar de lo grotesco de la interpretación, me transportó de vuelta a los festivales de aficionados de la FEEM en mis años de estudiante-becado en la secundaria y el pre.
Como en las películas, regresemos a donde empezamos. El Taiger era un marginal, pero, a diferencia de otros músicos, reparteros o no, nunca habló mal de la Revolución. Eso basta aquí. Su trágico final provocó una esperada avalancha mediática internacional. También una inesperada movilización de apoyo y simpatía dentro de Cuba, espontánea, sin ser convocada por ninguna organización política o de masas, ni desde los medios. Ahí es donde parece que se le encendieron las luces a algún genio de la política en las altas esferas.
Se empezó a preparar el terreno en los medios, ya no solo alabando la figura y la obra del fallecido, sino también deslizando alguna que otra frase benevolente sobre el reparto y sus intérpretes. Instaban a «no demonizar», «dar espacios», defendiendo la «diversidad musical» y cosas así.
El propio presidente de la República marcó el camino en la clausura del X Congreso de la UNEAC. Señaló «la atención que debemos prestar desde las instituciones a las nuevas expresiones culturales que surgen».
Advirtió que todavía se ve «menosprecio o subestimación desde posiciones a veces elitistas».
Agregó que «están generando ideas, valores, concepciones de vida, señales de cambio de paradigmas culturales que no podemos ignorar ni desatender».
Alertó que «manteniéndonos al margen, no lograremos jamás influir en sus creaciones ni sumarlos a la política cultural de la Revolución cubana». Indicó que esto es necesario «por el impacto que tienen en segmentos cada vez más amplios del país y a los cuales nosotros también tenemos que saber llegar».
Luego vino el concierto de Bebeshito en un estadio de Miami, convertido en un pulso entre el Gobierno cubano y sus enemigos del exilio. Fue presentado aquí como una «gran victoria revolucionaria». ¿Cuándo antes se le había dado cobertura a algo así? Claro, Bebeshito tampoco ha hablado nunca mal de la Revolución.
Los comentarios favorables continuaron, hasta llegar al clímax, ¡una Mesa Redonda en la TV sobre el reparto y… tan tara rán, tan tara rán… ¡llegó el circo!
Una musicóloga dijo que el reguetón (matriz del reparto), «tiene su origen en Centroamérica, principalmente en países como Panamá y Puerto Rico». ¡Sorpresa, yo, hasta ahora, pensaba que Puerto Rico quedaba un poquito más arriba y un poquito más al Este de Centroamérica!
Después de un gran esfuerzo por tratar de convencer de que ese ruido insoportable es «música», dijo que el «reguetón cubano», timbatón o cubatón «era más elaborado». Eso nos tranquiliza.
Según ella, al llegar el reparto al país, los «aportes locales (la clave de la rumba)» lo convierten «en una expresión de la música urbana totalmente autóctona de Cuba».
Otra señora afirmó que en Cuba, «en todas las clases sociales se consume el reparto». No creo que llegue muy lejos hablando así.
El director de un instituto de investigaciones culturales aseguró, muy solemne, que «hablar del reparto es un acto político en sí mismo». Añadió que «tiene un peso extraordinario en nuestra sociedad» y criticarlo es «elitista, incomprensión, intolerancia y racismo». ¡Cuidado con sus críticas!
Un viceministro de Cultura presente dijo sobre el Taiger que se había «trabajado con él desde la empresa» y que era «un muchacho buenísimo». Con esos estándares, creo que yo, a pesar de mis muchos defectos, califico para ser beatificado.
El show se lo robó el crítico musical Guille Vilar, por decir que el reparto superaba musicalmente al reguetón. Sus letras eran mejores y sus intérpretes cantaban mejor. No creo que él haya escuchado nunca una canción de reparto. Si hubiera oído «La totaila», «Hacha», «El toto» o «Manguera» no daría esa opinión. Deben haberle puesto una grabación (distorsionada) de Bocelli diciéndole que era Bebeshito.
En fin, está claro el propósito. Para darle legitimidad al reparto, ahora hasta se inventan que es autóctono de Cuba, como el danzón, el son o la trova santiaguera (¡qué vergüenza!). ¿Se pretende que la gente se enardezca, se hinche de patriotismo y sienta orgullo de ser cubano cuando escuche esa porquería?
¿Se va a apoyar desde la institucionalidad esa bazofia vulgar que pisotea todos los valores que deben distinguir a una sociedad civilizada?
No voy a generalizar diciendo que todos los que consumen reparto son marginales o delincuentes. Pero, viendo lo que veo por ahí, a la mayoría los quiero lejos de mi familia. Pero, ¿les alcanza a quienes ahora lo defienden con este tipo de personas? ¿Son el futuro ejército que salvaguardará los valores socialistas? ¿Acaso estamos ante el tan mentado «hombre nuevo»?
¿Escucharemos en futuras concentraciones y marchas cosas como: Los cubanos somos unos p…..s/ porque nos roncan los c…..s/ y nuestras federadas tienen tremenda totaila/ y a los yanquis les vamos a dar por el c..o? O, como: Martí ese es el guan/ ese es el man/ porque vivió en el mostro/ y lo conocía de atrá? Vivir para ver… y oír.
Amén lo dicho, me parece que el reparto es una sonoridad muy adecuada para reflejar y representar a la Cuba de hoy. Además, para acompañar a los procesos socio-políticos que se desarrollan aquí, porque expresa con claridad aquello en lo que se ha convertido este país.