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Por Luis Alberto Ramirez ()
El peso cubano continúa su caída libre frente al dólar y el euro, reflejo inequívoco del fracaso económico de un sistema que se niega a reconocer sus propios errores. Sin embargo, en lugar de asumir responsabilidades, el régimen de La Habana ha optado por buscar un nuevo culpable: el medio digital El Toque, conocido por publicar a diario las tasas de cambio del mercado informal.
Según el discurso oficial, este portal sería el causante de la depreciación del peso. Una acusación absurda, equivalente a culpar al termómetro por la fiebre o, como bien dice el refrán, “matar al mensajero por el mensaje”.
El deterioro del valor de la moneda cubana no es producto de ninguna página web, sino de décadas de desastres económicos, improvisaciones, controles absurdos y corrupción institucionalizada. La falta de productividad, la dependencia de las importaciones, la inexistencia de un mercado real y el constante intervencionismo estatal han convertido al peso cubano en un papel sin respaldo ni confianza. Ningún algoritmo ni medio de comunicación puede provocar lo que ya las políticas del propio régimen han destruido.
Pero en Cuba, la culpa nunca es del gobierno. Si no es El Toque, es el “bloqueo”, como llaman al embargo estadounidense, el eterno chivo expiatorio de todos los males nacionales. El mismo embargo que, según la narrativa oficial, impide que crezcan los plátanos, que falte el café, que no haya carne de cerdo y que los hospitales estén en ruinas. Incluso, en un momento de delirio propagandístico, Fidel Castro llegó a afirmar que los ciclones que azotaban la Isla eran “formados por Estados Unidos”, y muchos lo creyeron. Así de profundo ha calado el adoctrinamiento.
Todos los regímenes totalitarios necesitan un enemigo externo para justificar su incompetencia interna. Sin embargo, en Cuba, esa práctica alcanza niveles caricaturescos. Culpar a El Toque por el desplome del peso es tan ridículo como responsabilizar al embargo estadounidense por la escasez de frutas y vegetales en una isla donde cualquier semilla brota con exuberancia. Cuba, aunque no sea “la tierra más bella que ojos humanos vieron”, sí es una de las más fértiles del Caribe.
En sus campos, basta lanzar una semilla de melón para que florezca un melonar. Pero esa fertilidad natural contrasta con la infertilidad del gobierno que la administra: un sistema estéril, incapaz de producir prosperidad, solo pobreza.
Mientras el régimen continúe con los ojos en la nuca culpando a los demás, a El Toque, al embargo, al clima o a quien se le ocurra, el peso cubano seguirá perdiendo peso al igual que los cubanos, los únicos que no pierden peso, sino todo lo contrario, son los funcionarios del PCC.