
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
A lo largo de la historia, pocos miedos han sido tan universales como este: ser enterrado vivo. Y no era un temor infundado. En el siglo XIX, las técnicas para certificar la muerte eran tan primitivas que muchos temían despertar bajo tierra, sin aire… y sin escape.
De ese pánico nació una de las invenciones más extrañas de la historia.
El 5 de diciembre de 1882 se patentó un invento peculiar. Este era un ataúd diseñado para que el «muerto» pudiera avisar que en realidad seguía con vida.
Su mecanismo era sencillo, pero perturbador. Si la persona despertaba dentro del ataúd, podía tirar de una cuerda o activar un dispositivo que sonaría sobre la superficie. Este diseño incluía campanas, varillas metálicas, o incluso señales de humo. Algunos modelos incluso incluían un pequeño tubo de respiración.
La razón no era solo la fobia —tafofobia— sino también una condición médica poco comprendida. Esta era la narcolepsia, que en ciertos casos extremos puede simular una muerte aparente.
Estos dispositivos se conocieron como ataúdes de seguridad. Hubo más de una docena de patentes registradas en Europa y Estados Unidos. Algunos incluso tenían trampillas internas o palancas que permitían abrir la tapa desde dentro.
Inspiraron leyendas, cuentos de terror… y películas. Tal vez recuerdes aquella escena en La Monja, donde las campanas de los ataúdes suenan en medio de la noche.
Y aunque no hay evidencia de que alguno de estos inventos haya salvado realmente una vida, el solo hecho de que existieran dice mucho. Dice sobre nuestra historia, nuestro miedo… y nuestra imaginación.