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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- “La inflación no se combate con topes de precios ni con controles absurdos. El problema se resuelve produciendo más. Si hay oferta suficiente, el mercado responde. Así de simple. Y esto no es un tema menor: el pueblo cubano está sufriendo, y ese sufrimiento no puede seguir esperando. Es una cuestión de humanidad y responsabilidad. Los que toman decisiones lo saben. Por eso hay que actuar ya”
Escuchar esta lógica en la televisión cubana puede causar aversión o incredulidad, especialmente cuando quien la expone, probablemente, milite en el Partido Comunista, el mismo partido que dirige el país y que, según la Constitución, es el máximo órgano de poder y, por tanto, el principal responsable del desastre nacional.
Pero vamos a darle el beneficio de la duda y matizar su intervención. Como dijo un amigo: “Ella está clara… pero ir más allá le costaba muy caro. O tal vez cree que la metástasis se puede curar.”
Escuchar a esta economista hablar con tanta claridad sobre los males estructurales y proponer soluciones sensatas: liberar las fuerzas productivas, estimular la producción, aplicar políticas fiscales coherentes, es como una bocanada de aire fresco… pero también un recordatorio doloroso de lo lejos que estamos de convertir esas ideas en realidad.
Porque seamos honestos: esas soluciones no son nuevas. Son más viejas que el propio régimen, y el castrismo lleva 66 años ignorándolas, reprimiéndolas o manipulándolas. Hablar de mercado, incentivos, producción y confianza en un país donde el Partido Comunista es poder supremo, según su propia Constitución, es como pedirle a un muro que florezca.
¿Dónde está el verdadero obstáculo? En el sistema mismo que desconfía del productor y del emprendedor, que cambia las reglas del juego sin previo aviso, que ahuyenta la inversión con su inseguridad jurídica e impone un modelo de planificación central que nunca ha funcionado ni funcionará.
¿Cómo confiar en un régimen que ha destruido esa confianza durante décadas?
El campesino se cansó de promesas vacías. El inversionista se cansó de ser estafado. Y el cubano de a pie ya no cree ni en discursos ni en reformas de cartón.
Las ideas pueden ser brillantes, pero dentro de este sistema, no germinan. No es con este sistema que vamos a salir de la ruina. Es a este sistema al que hay que cambiar.
Esto no va contra la economista que habló. Decir que fue valiente, quizás sea exagerado. Sabemos que los medios en Cuba son controlados por el PCC, y nada se dice al aire si no ha sido ordenado o, al menos, aprobado. Pero bueno, del lobo, un pelo.
No nos engañemos, solo con un cambio profundo de modelo político y económico, con libertad real, pluralismo, seguridad jurídica, respeto al trabajo y a la propiedad privada, será posible aplicar, de verdad, las soluciones que ella propone.
Mientras tanto, esas propuestas seguirán siendo como lanzar semillas al desierto. Nos estan vendiendo humo.
¡Y el pueblo cubano ya no puede esperar más!