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El Mecanismo de Anticitera

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En 1900, frente a la costa de la isla griega de Anticitera, unos buzos hallaron los restos de un naufragio romano. Entre ánforas, estatuas y fragmentos corroídos, apareció un objeto aparentemente irrelevante: un bloque oxidado de bronce y madera, cubierto de engranajes. Era el Mecanismo de Anticitera.

Hoy, más de un siglo después, ese objeto sigue siendo uno de los mayores enigmas tecnológicos del mundo antiguo. Creado entre los siglos II y I a. C., este dispositivo es considerado la primera computadora analógica de la historia.

Y no es una exageración.

Dentro de su caja de bronce —de apenas 33 x 18 x 9 cm— se encuentran más de 30 engranajes perfectamente diseñados, muchos de los cuales permiten calcular posiciones astronómicas con una precisión asombrosa. El sistema predice los movimientos del Sol y la Luna, las fases lunares, los eclipses e incluso los ciclos planetarios de Venus y Saturno.

Pero no se detenía ahí. También señalaba las fechas de los Juegos Olímpicos y otras festividades importantes del mundo helénico.

Lo que enseña el mecanismo

El mecanismo incluye dos esferas espirales en su parte trasera. Una registra el ciclo metónico de 19 años, que alinea los calendarios lunar y solar. La otra predice eclipses gracias al ciclo saros, de 18 años, y al exeligmos, de 54 años.

Todo esto, siglos antes de la invención de cualquier mecanismo similar en Europa.

Lo que más impresiona es que su diseño demuestra un conocimiento avanzado de astronomía, matemática e ingeniería, con conceptos como engranajes diferenciales, que no se volverían a ver hasta el Renacimiento.

Hoy, el Mecanismo de Anticitera es mucho más que una reliquia: Es una prueba irrefutable de que el ingenio humano no tiene edad. Un artefacto que desafía nuestra idea de progreso lineal.

Los antiguos griegos ya habían tocado las estrellas… con engranajes. (Tomado de Datos Históricos)

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