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El joven que engañó al sistema y desafió a la historia

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En 1838, Frederick Douglass tenía apenas 20 años… y una sola idea: huir. No era un impulso temerario, sino un plan meticuloso que ponía su vida entera en juego. Había nacido esclavo, pero su mente ya era libre.

Un día, con documentos prestados de un marinero negro libre y disfrazado con una chaqueta de marinero, abordó un tren con rumbo al norte. Sabía que en cualquier estación, en cualquier vagón, la libertad podía volverse una ilusión rota.

El momento más tenso llegó cuando un revisor le pidió los “papeles libres”. Con el corazón golpeando el pecho, Frederick entregó el documento falso. El revisor lo miró, lo selló… y lo dejó pasar.

Cuando el tren llegó a Nueva York, Douglass pisó tierra como un hombre libre. Pero no se detuvo ahí. Convirtió su fuga en bandera, su voz en lanza, y su historia en causa. Se volvió uno de los mayores defensores de la abolición de la esclavitud, narrando con crudeza lo que significaba nacer encadenado y vivir con dignidad.

Escapó de las cadenas. Pero nunca escapó del deber de luchar por los que aún las cargaban.

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