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Por Yeison Derulo
La Habana.- El Banco Central de Cuba salió otra vez con su acostumbrada muela cósmica, esa que suena muy seria en los titulares y muy ridícula cuando uno la mastica con calma. Han acusado a El Toque de ser parte de la “agresión económica” contra el país, como si un grupo de economistas con laptop en mano tuviera el poder de hundir una economía que ya venía enterrada desde que Fidel creyó que Ubre Blanca iba a salvarnos del desastre.
El problema no es lo que dicen, sino la manera en que lo dicen: con el tonito solemne de quien se lava las manos después de incendiar la casa y le echa la culpa al vecino porque subió demasiado el volumen de la música.
Uno lee la nota del BCC y no sabe si reírse o pedir una cita con un psiquiatra. Dicen que la tasa del mercado informal “no puede servir como referencia válida”, como si la del mercado oficial sí sirviera para algo que no sea decorar la pared de una oficina ministerial.
Acusan a El Toque de especular, manipular y distorsionar la realidad, pero no mencionan ni una sola vez cómo se llega a un país donde el dólar se compra como si fuera oro medieval y el peso es un chiste malo que nadie quiere escuchar. Claro, es más fácil culpar a un sitio web que aceptar que llevan décadas administrando la economía como si fuera un gallinero sin gallinas.
Lo más gracioso —si es que algo aquí da risa— es el intento por presentar la denuncia televisiva como una investigación seria. “Operadores cubanos radicados en Estados Unidos”, “esquemas de evasión”, “guerra económica”, las mismas frases recicladas que repiten cada tres meses cuando necesitan un enemigo fresco para que el pueblo no mire demasiado el desastre que tienen delante. Mañana será otro medio, pasado será un influencer, la próxima semana será un perro callejero que ladró en inglés. Siempre tienen a mano un culpable más cómodo que mirarse al espejo.
Y mientras tanto, ahí está el BCC diciendo que trabaja por un “mercado cambiario ordenado y transparente”. Esa frase, por sí sola, debería ir en un museo de humor negro entre los apagones, las colas y los discursos sobre la soberanía alimentaria. El país lleva años manejándose a base de remiendos, decretos improvisados y parches ideológicos que no arreglan nada. Pero cada vez que la realidad les estalla en la cara, sacan la misma carta: “la culpa es de alguien de afuera”. Ese cuento ya ni los niños de primer grado se lo creen, aunque les sigan enseñando a repetir consignas como papagayos famélicos.
Al final, todo este show contra El Toque no es más que una señal de debilidad. Cuando un gobierno le teme a una tasa informal publicada en Telegram, uno entiende que el problema no es la tasa, ni el medio, ni los economistas: el problema es el país entero, que se cae a pedazos mientras sus dirigentes siguen buscando fantasmas para entretener a un pueblo agotado. Y lo trágico es que, en lugar de atender la raíz, prefieren seguir metiendo miedo, acusando, señalando y fabricando historias. Así gobiernan: con el dedo, nunca con el cerebro. Y así nos va.