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El curso escolar de la mentira

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Por Oscar Durán

La Habana.- Más de un millón y medio de estudiantes iniciarán hoy el curso escolar en Cuba, según la propaganda oficial, pero la realidad es otra: aulas sin maestros, escuelas sin condiciones mínimas y familias que deben resolver por su cuenta lo que el Estado dice garantizar.

La ministra de Educación asegura que “a pesar de las dificultades, se han garantizado los recursos esenciales”, pero cualquier padre cubano sabe que esa frase es un insulto a la verdad. ¿De qué recursos habla si los niños llegan a clases sin uniformes, sin zapatos adecuados y con libretas que se acaban en un mes?

El gobierno insiste en vender la imagen de un sistema educativo “gratuito y universal”, pero lo cierto es que ese derecho lo pagan las familias con sudor, colas interminables y un mercado negro que se convierte en la única alternativa. Para conseguir un uniforme completo, un padre necesita gastar lo que no tiene. Para conseguir un simple lápiz, hay que acudir al revendedor. El Estado no garantiza nada: ni los útiles, ni los maestros, ni la calidad. Lo que garantiza es la mentira repetida en cada acto político que llaman inauguración del curso.

Las cifras que presenta el régimen son tan manipuladas como los discursos. Hablan de una cobertura docente del 99 % en Santiago de Cuba, pero en la Habana Vieja faltan maestros en casi todas las secundarias. Los niños terminan recibiendo clases improvisadas de profesores sin preparación, o peor aún, son enviados a casa porque “no hay quién los atienda”. Eso no es cobertura docente, eso es abandono disfrazado de estadística.

Todo es un fracaso

A todo esto se suma el deterioro de la infraestructura escolar. Techos que se caen a pedazos, baños inservibles, aulas sin ventilación. Los alumnos no aprenden en un ambiente sano, sino en condiciones que rayan en lo inhumano. Y aun así, la ministra tiene el descaro de hablar de “esfuerzo comunitario” como si fueran las familias, y no el Estado, quienes deben sostener las escuelas. En efecto: son las familias las que llevan la pintura, el cemento, el ventilador y hasta el agua potable. El Estado solo se presenta el primer día de clases para la foto oficial.

El uniforme escolar es otro capítulo del fracaso. El sistema demanda 3.6 millones de prendas y solo se han producido 2.2 millones. El resto de los estudiantes tendrán que inventar, coser el viejo uniforme o, sencillamente, ir con ropa de calle. El discurso de equidad se derrumba cuando la educación pública obliga a que el padre que tiene dinero compre en el mercado negro lo que el Estado no supo garantizar.

Lo más insultante es que este curso se dedica a Fidel Castro, en homenaje a su centenario. Una generación completa de niños crecerá escuchando el mismo cuento de siempre, mientras sus padres deben ingeniárselas para sobrevivir al caos. No hay nada que celebrar. El inicio del curso escolar en Cuba no es una fiesta de la educación, es el retrato de un país en ruinas que obliga a sus hijos a aprender en la mentira.

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