
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Félix José Hernández Pérez ()
En medio de las miles de cláusulas del Tratado de Versalles —firmado tras la Primera Guerra Mundial en 1919— hay una mención insólita: la cabeza decapitada de un jefe africano.
Se trata del cráneo de Mkwawa, líder del pueblo wahehe, que se rebeló ferozmente contra los colonizadores alemanes en el actual territorio de Tanzania.
Durante la década de 1890, Mkwawa organizó una resistencia tan efectiva que los alemanes ofrecieron una recompensa por su cabeza. Rodeado en una cueva, prefirió suicidarse antes que ser capturado. Su cráneo fue llevado como trofeo a Alemania y usado para intimidar a los suyos.
Pero tras la guerra, cuando los británicos tomaron los territorios coloniales alemanes, el administrador Horace Byatt vio una oportunidad. En 1918 escribió solicitando la devolución del cráneo para mostrar al pueblo wahehe que el poder alemán había sido definitivamente derrotado.
Aunque los líderes aliados dudaron en incluir algo tan específico y simbólico en el tratado, finalmente lo hicieron. En la sección dedicada a las reparaciones, el Tratado de Versalles exigía que Alemania devolviera el cráneo del jefe Mkwawa.
Tardaron más de 30 años en cumplirlo. Pero desde 1954, el cráneo reposa en un museo local de Kalenga, cerca de Iringa, en el corazón de Tanzania. Y con él, una historia que cruzó continentes y terminó en uno de los documentos más importantes del siglo XX.