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Por Ángel Poll ()
La Habana.- Abrumado por las quejas del gobierno de Rodrigo Chaves, el embajador de Cuba en Costa Rica, señor Jorge Rodríguez Hernández, decidió que el periodista de Prensa Latina Antonio Paneque Brizuela tenía que retornar a su país.
Paneque, de 74 años de edad, pasó la mayor parte de su carrera en el diario Granma, pero hace unos 15 años recaló en Prensa Latina en busca de una corresponsalía en el exterior.
Su pasado en Granma, su edad, su relación con algunos personajes indeseables de la farándula cubana, como el ya desaparecido cronista de música Pedro de la Hoz, no le granjearon nunca simpatizantes en Prensa Latina.
La mala letra que llevó consigo, la responsabilidad que ocupó con la intención de agarrar un viaje al extranjero y ciertas batallas con los jefes, terminaron por lanzarlo al olvido.
Solo mucho después, tras prometerle que iría a Angola, a Uruguay, Bolivia y Paraguay, lo mandaron a Costa Rica.
Nada más llegar a suelo tico, comenzó contra él la típica cacería que hacen desde la oficina central -que ya casi no existe (la oficina)- contra todo el que está en el exterior, con el objetivo de que lo regresen y otro vaya en su lugar.
Con Paneque Brizuela no hubo que esforzarse mucho. En poco más de un año se había granjeado enemigos por todas partes: entre sus compañeros editores en La Habana, en la embajada de Cuba en San José, donde se gritaba que el hombre no salía jamás a coberturas en la calle, que su trabajo se limitaba solo a refritar textos de periódicos y poco más.
Encima de eso, el enfoque de ciertas informaciones, abiertamente manipuladas para tratar de dejar en mal lugar al gobierno, no sentó bien al partido de Rodrigo Chaves, que terminó por quejarse al embajador de Cuba.
Todo eso representaba un coctel demasiado explosivo para mantener a Antonio Paneque en Costa Rica, y un mensaje cifrado del embajador Rodríguez Hernández terminó por colmar la copa y acabar con la paciencia del presidente de Prensa Latina.
Nada más recibir la comunicación, se reunió el consejo de dirección y decidió regresarlo a Cuba.
Situaciones como estas han sido habituales en los últimos años en la agencia que un día el gobierno cubano vendió como su portal al mundo y que ahora mismo está más muerta que un paciente renal sin riñones para trasplantarlo.
Sin embargo, la historia no termina acá, porque, según fuentes dentro de la agencia y cuyo nombre no revelaremos, como es lógico, Paneque Brizuela exigió que le pagaran todo lo que le adeudan de su tiempo en San José, como condicionante para volver.
«Hasta que no tengan la garantía de que me pagarán, no regresaré», dicen que dijo el corresponsal, temeroso de que le pase como a algún otro periodista, que ha pasado trabajo para recibir su(s) salario(s) atrasado.
Mientras, en Costa Rica, el embajador Jorge Rodríguez Hernández respira aliviado, porque se va a quitar un «cáncer» de encima.