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Por Hermes Entenza ()
Nuremberg.- Cuba está siguiendo un proceso caótico, un patrón de escándalos que cada día se comprime más, de manera que, si hacemos un gráfico, en los últimos dos años las líneas de tope se mezclan, conformando una mancha negra.
Pero es una función circense, una presentación única y con el mismo guion que sucede semanalmente, donde cambian los animales amaestrados y persiste el mismo látigo.
En breve, quizás antes de que termine esta semana, olvidaremos la última función con la actuación de la ministra del Trabajo y Seguridad Social Marta Elena Feitó y de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde todos, sin excepción, aplaudieron sus palabras; pero en pocos días el circo ofrecerá otro espectáculo, y nuevamente estaremos volcados en verter criterios ante el desmadre del único show autorizado por el gobierno con el equipo de animales amaestrados que posee.
La función principal no es entretenernos, sino sumar adeptos a ser parte del «Curso intensivo de actores circenses» en la especialidad de cuerda floja, trapecio, comedores de candela, saltadores de aros y payasos; pero, como siempre sucede, no todo el público está dispuesto a subir a escena, y muchos vemos a los payasos y a los animalitos obedientes desde la amarga soledad que carga un espectador decepcionado y furibundo por el alto precio que ha pagado y por la total ausencia de efectividad en cada edición que hace valer su nombre en letras grandotas y fosforescentes: «El Circo de la Continuidad».
En Cuba no escampa desde hace muchos años, y la lluvia ácida jode, carcome y cansa.
Esta situación con la exministra es otro nombre en la lista de figurines que han explotado en la historia de esta larguísima comedia.
El escuadrón de «pejes» que han desactivado por corrupción y por otros pecados que un día sabremos, es inmenso, añadiéndo a los que han huido y los que sin explicación, han preferido volarse los sesos frente a un espejo.
Desde Arnaldo Ochoa, Carlos Aldana, Roberto Robaina, Diocles Torralba, Felipe Pérez Roque, Luis Ignacio Gómez, Pedro Sáenz, Carlos Lage, Jorge Luís Rodríguez, Ricardo Cabrizas, Alejandro Gil, y ahora Marta Elena Feitó, es el Circo de la Continuidad haciendo ruido, tratando a toda costa de sobrevivir en un mundo que ha ido cambiando, para desconsuelo del domador.
Si prestamos atención, el show de la exministra y los demás amaestrados del salón, sucede en la misma carpa, con el mismo látigo y la misma orquesta animando el espectáculo.Todo forma parte de la añeja arena que pretende sostenerse aunque se tenga que sacrificar a los animales que han mordido al domador, porque este no admite desobediencia a sus mascotas, y el látigo es una herramienta poderosa que le sirve para controlar a sus infelices animalitos y a los espectadores.
Ya los circos no son populares, y cada día gozan de menos aplausos. El mundo civilizado observa con repudio las corridas de toros y los espectáculos con maltrato a los animales; ya se acabó la ley del látigo, aunque algunos gobiernos insistan en su sonido.
Los cubanos se han cansado del mismo show que ya resulta vacío, inutil; esa es la razón de un San Isidro, un 27 de noviembre y un 11 de julio; es la razón del grito de los estudiantes universitarios, de los masones, y del pueblo en las grandes ciudades y en los humildes pueblitos.
También, por la soberbia del cirquero, que solo admite aplausos, hay millones de cubanos en el exilio, más de mil presos políticos y un centenar de ciudadanos cubanos que dentro de la isla sufren acoso y represión por no querer ser mascotas del sistema.
Carlos Marx (para ponernos a tono con el domador) parodiando a Hegel, escribió en el comienzo de El 18 de Brumario de Luís Bonaparte: «La historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia, la segunda como miserable farsa.»