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El castrismo, una estructura criminal

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Por Joel Fonte ()

La Habana.- La dictadura castrista pregona democracia, pero es, en toda regla, una verdadera estructura criminal sin legitimidad alguna.

¿Qué es, en política, una democracia?

Un Estado democrático es aquel que, en principio, garantiza una organización que permite que las decisiones que afectan a la colectividad se adopten directamente por esta o que lo hagan a través de representantes en los cuales deposita la mayoría esa legitimidad.

Democracia es, entonces, pluralidad política: la existencia en el país de un marco legal que permita la organización y funcionamiento de todos los partidos políticos que los ciudadanos decidan, para, a través de ellos, promover sus demandas, sus intereses y, llegado el momento, de ser mayoría y alcanzar el poder, convertirlos en políticas, en leyes.

Democracia es alternancia en el poder, lo que significa que los gobiernos deben tener limitados sus períodos de mandato; que este tiene que sujetarse al escrutinio público a través de mecanismos de control efectivos, verificables, de verdadera supervisión.

Porque el poder corrompe cuando es ejercido prolongadamente y sin fiscalización.

Democracia es la separación de los poderes públicos y la delimitación de sus competencias. Porque concentrar todas las facultades que emanan del poder en un solo puño deriva en totalitarismos, en dictaduras.

Los poderes como contrapesos

Tradicionalmente, desde la concepción de la Ilustración, las democracias ordenan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial como los principales del Estado moderno, a fin de que garanticen ser contrapesos unos a otros en ese ejercicio de la función pública.

Democracia es el derecho a la información como pilar esencial. Ello implica no solo ser receptor, sino emisor activo de información. Porque cuando no existen medios de prensa —escrita, radial, televisiva, alternativa…— no puede cuestionarse la actividad del gobierno; el ejercicio de la función pública es opaco, y la corrupción no encuentra límites por quedar oculta del conocimiento de la ciudadanía.

Democracia es propiedad privada como eje de la vida económica, social y política de la nación.
Preguntémonos: ¿por qué los regímenes totalitarios, apenas llegan al poder, comienzan un proceso de confiscaciones masivas que comienza por las grandes empresas y termina, como en el caso cubano, hasta con el despojo de un simple cajón de un limpiabotas? Esto es porque poder económico en manos privadas significa límites a los gobernantes, significa barreras al autoritarismo, a la imposición de políticas contrarias al interés general.

Por eso, una democracia debe defender el derecho a la propiedad privada de sus ciudadanos.
En suma, la democracia no puede ser consigna, porque tiene que traducirse en hechos concretos de la realidad política de una nación.

Un régimen como el castrismo, erigido sobre un sistema de normas jurídicas impuestas contrario al interés de la inmensa mayoría de esa nación, jamás tendrá legitimidad, porque no ha construido un Estado de derecho, sino una autocracia.

Una constitución aberrante

Para cualquier ciudadano medianamente informado, tiene que resultar una aberración la lectura de una «constitución» en la que se proclama la existencia lícita de un único partido y se sujeta al sistema estatal que la misma ley estructura como subordinado a ese Partido.

Si a ello se suma la rígida organización y subordinación de ese Partido Comunista, por largas décadas, a la voluntad de los hermanos Castro, es manifiestamente obvio que esa constitución no proclama una democracia, sino una dictadura en toda regla.

Una dictadura, además, que se articula y actúa como una estructura criminal, por cuanto ni siquiera cumple esas mismas normas ya viciadas de absurdo e ilegitimidad que constantemente impone.

¿Qué hacer para cambiar eso?

¿Qué hacer para enfrentar a un régimen que es contrario al interés general, que no gobierna, sino que oprime? Un régimen que hunde cada día más al país y convierte el humano derecho a la vida en un inaceptable holocausto.

Pues lo que ordenan las normas de derecho internacional, en primer lugar la Declaración Universal de Derechos Humanos: ejercer el derecho a la rebelión.

Para ello hace falta organización de la oposición interna, estructuración de la lucha, apoyo material de distintas fuentes, liderazgos…

Pero hace falta, sobre todo, movilizar la conciencia colectiva del pueblo, elevar su dignidad al plano de la acción. Y hace falta sacrificio, abandonar los egoísmos que apagan el patriotismo.

Porque tener Patria, alcanzar la libertad como sociedad, no puede ser el acto estéril de manifestar consignas, de llamar entusiastamente a otros a luchar, mientras se vive en el confort y la apatía…

Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.

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