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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Pareciera mala suerte. Luce como un fortuito conjunto de malos acontecimientos, pero no lo son. Un SEN debilitado está sujeto a constantes averías por fluctuación de voltaje y frecuencia. Y una avería conlleva a la otra, y esta a la otra.
Termoeléctricas viejas, con las rodillas dobladas y a media máquina, no robustecen el sistema. A la vez sufren los transformadores, el cableado y los electrodomésticos de los cubanos. Esos que parpadean y hasta se apagan ante las constantes fluctuaciones.
Nadie es capaz de calcular el costo real de cada apagón, de cada caída del Sistema Eléctrico Nacional. ¡El número es desconocido! Viejas conductoras de agua que se rompen por golpes de agua. Agua que se deja de servir, alimentos que se descomponen, producciones que se pierden.
¡Pérdidas millonarias! Se tiene poco antes del evento y se tendrá menos después. Luego viene alguien y me habla de bloqueo. «Es culpa del bloqueo», me dicen.
Es culpa del bloqueo y no de quienes dirigieron por años las inversiones a construir hoteles. A llenar el país de hoteles como si fueran de pilas. O destinaron cientos de millones a su mantenimiento en detrimento de industria, agricultura y energía.
De niño criticaban en la escuela a la Cuba monoproductora azucarera de antaño. Y luego la convirtieron en un monovendedor de habitaciones, sol y playas. Todo es culpa del bloqueo y no de quienes costeaban congresos, ferias y eventos cada semana, muy a pesar de las pérdidas.
O de quienes decidieron remodelar la Tribuna Antimperialista unas ocho veces. O de quienes sostenían un gasto social enorme sin inversiones, sin producciones, sin exportaciones.
O de quienes endeudaron la economía y perdieron el acceso a créditos. O de quienes se han negado a hacer cambios económicos reales y profundos, como han pedido países aliados dispuestos a ayudar.
Luego llega ayuda y llega un barco de petróleo. Y llegan dos y llegan cien, y se queman sin pensar, sin producir, sin exportar. Y seguimos ahí en el hueco, y cada día el hueco es más hondo.
Y no es culpa de nadie. Es «por culpa del bloqueo». ¡Ese bloqueo raro que no me voy a creer!