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Lo que ves en la imagen no es un anillo común: es una joya romana de hace dos milenios, hallada en 2017 en Grottaferrata, cerca de Roma. Fue descubierta en una tumba doble, donde descansaban Carvilio Gemello, un joven de apenas 18 años, y su madre Aebutia Quarta, que lo sobrevivió.
El anillo contiene un retrato en miniatura que parece casi un holograma antiguo: el rostro del muchacho, fijado en piedra y oro, preservado como si desafiara al tiempo. Para los romanos, no era solo un adorno: era una manera de prolongar la memoria del difunto, de mantenerlo presente en el mundo de los vivos.
La tumba, con su ajuar funerario, habla de una familia adinerada que buscaba eternizar el vínculo entre madre e hijo. Aebutia fue sepultada junto a Carvilio años después, en el mismo lugar, compartiendo eternidad con él.
El anillo, hoy exhibido como una rareza arqueológica, nos recuerda la obsesión romana por la memoria, el retrato y la permanencia. En su brillo dorado todavía parece latir la juventud interrumpida de Carvilio y el amor de una madre que no quiso abandonarlo ni en la muerte. (Tomado de Datos Históricos)