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El abandono de Río Cauto

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Por Oscar Durán

Río Cauto.- Otra vez Río Cauto vuelve a ser la víctima perfecta del desamparo. Pasó el ciclón, se fue el viento, pero quedó el desastre. En Granma, el agua lo arrasó todo: casas, animales, cultivos, la poca esperanza que quedaba. Sin embargo, la prioridad del Partido —como siempre— no fue salvar vidas, sino cuidar las fotos para el noticiero. Y ahí aparece el nombre que ya provoca náusea: Yudelkis Ortiz Barceló, secretaria del Partido en la provincia, que decidió “proteger” la zona costera mientras dejó a su suerte a la gente humilde de Río Cauto y Cauto Cristo.

Quien conozca esa región sabe que es baja, que cada aguacero convierte los caminos en ríos y los ríos en cementerios. En Guamo, por ejemplo, el agua entró con una fuerza devastadora. Las familias se subieron a los techos, mientras las vacas, los perros y los cerdos eran arrastrados por la corriente. Los vecinos se comunicaban a gritos, pidiendo ayuda, pero no había ni un bote, ni una lancha, ni un funcionario. Solo el silencio, ese que el gobierno sabe administrar tan bien cuando la tragedia no le conviene políticamente.

Después, como si nada, la dictadura salió en televisión con su discurso de siempre: “estamos haciendo lo imposible por salvar vidas, garantizar alimentos, colchones y materiales de construcción”. Mentira. Ni colchones, ni comida, ni compasión. Solo cámaras, discursos y la pantomima de un sistema que se derrumba cada vez que cae un aguacero. Si de verdad hicieran lo imposible, las imágenes vistas en redes sociales fueran otras.

Ortiz Barceló debería ser investigada por negligencia criminal. No se trata de un error de cálculo, sino de una decisión política que costó vidas. Ella sabía perfectamente dónde el río se desbordaría. Lo saben todos los que nacieron allí, porque el Cauto no avisa dos veces. Pero prefirió concentrar los recursos en la franja turística, en los hoteles y en las zonas que “lucen mejor” para las visitas oficiales. Ese es el verdadero rostro del poder en Cuba: un maquillaje grotesco sobre una herida abierta.

Hoy Río Cauto huele a lodo y a muerte. Ni las viejas erizadas se han visto. No hay electricidad, ni comida, ni gobierno. Solo la gente del pueblo, ayudándose entre sí, como siempre. Y mientras eso ocurre, los burócratas del Partido siguen hablando de “resistencia creativa” y “unidad revolucionaria”. La única unidad que se ve es la del dolor. La única resistencia posible es la de sobrevivir. Cuba no se cae por un ciclón; se cae porque la gobiernan los mismos miserables que celebran su fracaso como si fuera un logro histórico.

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