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Donald Trump inició el espectáculo

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Por Yeison Derulo

Washington.- Donald Trump anunció la operación como quien enseña un trofeo recién pescado: “Once muertos, narcoterroristas venezolanos, misión cumplida”. El video del dron muestra un barco reducido a humo en medio del Caribe. Se trata de un buque vinculado al Tren de Aragua, el cartel que, según Washington, mueve droga y miedo con la misma soltura. No hubo intento de captura, ni persecución en alta mar, ni sirenas; hubo un misil. Y en segundos, el Caribe se convirtió en un cementerio líquido.

Lo más inquietante no es el ataque en sí, sino la manera de contarlo. El presidente de Estados Unidos lo comunicó como quien sube un clip a TikTok, con la naturalidad de un influencer que presume de hazaña. Se aplaudió en su entorno como si fuera un gol en el minuto noventa: once menos en el equipo contrario. Y la guerra contra el narcotráfico, que siempre fue un escenario sucio y de doble filo, se transformó en espectáculo retransmitido.

Llegó la primera advertencia

Las autoridades venezolanas, previsiblemente, reaccionaron con indignación. Hablaron de “agresión imperial” y sugirieron que el video estaba manipulado, como si los muertos pudieran editarse con inteligencia artificial. La tragedia se volvió entonces una pelea por la narrativa: ¿se hundió un barco con criminales o con víctimas? ¿Era una amenaza real o un pretexto para exhibir poder? Las dudas flotan mientras los cuerpos, probablemente, no.

Más allá de la propaganda, la pregunta es simple: ¿puede un país decidir que la justicia consiste en hundir un barco sin mediar palabra? El narcotráfico es un monstruo que arrasa, sí, pero las democracias no suelen resolver sus conflictos con la frialdad de un disparo remoto. Lo normal es detener, juzgar, condenar. Lo anormal es borrar del mapa un objetivo y después contarlo con emojis patrióticos en una red social.

Queda la sensación de que lo que se ha hundido no es solo un barco, sino la delgada frontera entre la guerra y el espectáculo. La imagen de la explosión servirá como advertencia y como póster electoral; los muertos, como pie de página. Y mientras tanto, Venezuela y Estados Unidos seguirán en su partida de ajedrez a costa de un tablero en el que las piezas son personas reducidas a polvo en el mar.

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