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Por Ernesto Ramón Domenech Espinosa ()
(A mi amigo Jorgito en su cumple. Para Julio, que sigue desplegando la antena)
Toronto.-Muchísimos cubanos de mi generación, por necesidad, por tedio o por placer, hemos sido radioyentes por una buena parte de nuestra vida.
La costumbre, creo, venía de los padres, de los abuelos y se mantuvo a pesar del avance de la TV, del Cine y de los espectáculos teatrales.
En un país donde los comunistas tenía el control absoluto de la economía, la cultura, educación y la información había poquísimos espacios para enterarse de lo que estaba pasando “Afuera”.
Los dos canales de televisión y todas las estaciones de radio provinciales habían abandonado sus roles de entretener, divertir e informar para convertirse en puros instrumentos de propaganda y trabajo político.
Conseguir revistas o libros del exterior o acceder a canales de TV de USA o México era casi imposible, pero en el muro infame de la censura que el régimen levantó para aislarnos del resto del mundo quedaron algunas grietas, brechas por donde se colaban las ondas electromagnéticas que traían su inconfundible sabor a libertad.
Primero en la versión AM y luego con la irrupción de la FM la gente buscaba la forma de informarse, instruirse y pasar un buen rato por cuenta propia, aunque aquello implicara sus riesgos y rozaba el clandestinaje.
Son famosas las escuchas musicales de WQAM, WGBS, KAAY y WFUN que llegaban desde el vecino del Norte.
Para mediados de los ’80 se hicieron populares las transmisiones de Radio Mambí y Radio Martí; todavía recuerdo el furor que desató entre las féminas de todas las edades la radio novela “Esmeralda”.
Y aunque es cierto que se había generalizado la sintonización de emisoras foráneas y que el Estado no contaba con los medios para un apagón radio electrónico la audiencia orientaba las antenas y movía del dial de una frecuencia a otro con el volumen bien bajo.
En el centro de una declarada guerra ideológica no pocos fueron delatados y castigados; muchos perdieron sus trabajos o el derecho a entrar en la Universidad.
Para comienzos de los ’90, dentro del círculo más cerrado de amigos a los que nos entusiasmaban los libros, el rock y el fútbol, tres de nosotros nos hicimos asiduos a Radio Exterior de España.
Siempre escuchábamos sus programas “Radio gaceta de los deportes” y “Tablero deportivo”, dedicados casi en exclusivo a narrar goles y gambetas de la Liga española y la Champions League, aunque a veces daban noticias relevantes sobre el resto de las disciplinas.
Julio Migueles, Jorge Ávalos y yo nos sentábamos cada domingo, a veces los sábados en la tarde también, en torno a un VEF o un Selena para escuchar las narraciones y comentarios de un grupo de estridentes periodistas entre los que destacaban las voces de Juan Manuel Gozalo y Chema Abad.
Lo cierto es que cada domingo, y por casi 20 años, los tres, Julio, Jorgito y yo, si no se presentaba alguna emergencia, suspendíamos o posponíamos cualquier actividad para asistir a una especie de misa pagana.
Los protagonistas eran Fernando Hierro, Chendo, Martín Vázquez, Rafa Alkorta, Bakero, Chapi Ferrer, Koeman, Laudrup, Aamavisca, Stoichkov, José Luis Pérez Caminero, Milinko Pantic, Djukic y Mauro Silva.
También Romario, Mijatovic, Prosinecki, Aitor Karanka, Julen Guerrero, el joven Fernando Redondo y hasta el calvo Oscar Dertycia.
A veces, para evitar la mala suerte y “brujerías”, nos íbamos cada uno por su lado para escuchar los partidos decisivos; otras nos juntábamos en casa de Chavela, en la sala de Esquerra # 519 o en el patio de Fefa.
Éramos, somos rivales futboleros los tres: Jorgiño es fan de Argentina y el Madrid, Julio hincha por el Barca-Brasil y yo un fiel seguidor a Alemania y al Bilbao en la Liga.
Entre acaloradas discusiones, celebraciones a gritos y buches de alcoholes de la peor calidad pasamos juntos incontables horas.
Julio, el más riguroso de los tres, tenía siempre una libreta y lápiz a mano para anotar alineaciones, goles, resultados y hasta una reseña final del partido.
Con el tiempo aquel hobby se hizo un vicio y en noches insomnio en las que me ponía a pescar señales de ultramar logré sintonizar un par de programas que llegaban con bastante potencia a un Cruces que poco a poco se derrumbaba.
Así, de improviso, hice contacto con “Los dueños del Balón”, el fabuloso carrusel que animaban las voces de Hammer “El Martillo” Londoño y Estaban Jaramillo desde Radio Caracol en Colombia.
Además, el más completo noticiero futbolístico que la Radio de Miami y con la conducción estelar de Andrés Cantor se transmitía en horario nocturno: Futbol de primera.
Llegué a escribirle una carta al propio Andrés Cantor.
Hace 15 años salí definitivamente de Cuba. Entre las pocas cosas que pude salvar del miserable inventario con el que confiscaron mi casa estuvo aquel viejo SANKEY de 20 bandas que regalé a Jorgito.
Al final, Julio terminó quedándoselo.
El país, en ese eterno ciclo de crisis económica y fugas masivas, como a inicios de los ’70 y mediados de los ’90, ha vuelto a ese trágico punto de inflexión.
La planificada combinación de cortes eléctricos, escasez, censura, colas, hambre y brutal represión empuja a millones de personas a la desesperación y el egoísmo.
A pesar de la distancia y el tiempo, he conservado los amigos de siempre y el gusto por el fútbol, el rock y los libros.
Ayer, Jorge Ávalos celebró como pudo su cumpleaños; lo llamé varias veces, pero no pudimos hablar. Si pude conversar con el Sanma que anda por Las Vegas.
Hoy, domingo mi hermano Julio volverá a encender el SANKEY que todavía funciona para esquivar las 20 horas de “apagón” y seguir de cerca las incidencias del Barca-Girona de una Liga en la que una vez más Culés y Merengues pelearán hasta el final por levantar la Copa.
Desde mi casa escribo estas líneas para evocar un tiempo y abrazar a mis amigos.