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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- Hace unos días leía un artículo de un amigo en el que se quejaba de que el gobierno cubano hablaba constantemente de “distorsiones” en la economía, sin aclarar nunca cuáles eran ni cómo resolverlas.

Una distorsión, en sí misma, es una alteración de una hoja de ruta o de un plan. En economía, las distorsiones surgen cuando no se realiza de forma efectiva la interacción entre oferta y demanda. Esto suele deberse a planes económicos mal diseñados y a una mala planificación fiscal, que son las dos bases para elaborar presupuestos coherentes. A partir de ahí se desarrollan la macro y la microeconomía, con sus correspondientes indicadores. El más popular —y el que más golpea directamente el bolsillo de las masas— es la inflación.

Dicho esto, queda claro que la responsabilidad principal de cualquier distorsión recae en el gobierno, que aprueba sus planes económicos y sus presupuestos.

Solo inversiones en el turismo

Detengámonos ahora en una economía que solo invierte en hoteles, campos de golf, guaguas de turismo y coches de alquiler. Para eso, siempre hay dinero. La desatención económica se refleja en la falta de inversión pública. Todo es propiedad del Estado, todo se controla desde el Estado, y no puede haber inversión privada porque simplemente no se reconoce, salvo que sea extranjera.

La falta crónica de inversión lleva al deterioro masivo de la industria. Hoy lo vemos claramente en el sector eléctrico, en el sistema de salud, en el transporte y en otros servicios esenciales. La inversión extranjera tampoco fluye debido a los impagos continuos del gobierno y a los “corralitos” financieros que impiden a las empresas repatriar sus beneficios.

Un país que no respeta sus compromisos internacionales está en default. Y esa es Cuba hoy: sin acceso a créditos, obligada a pagar todo por adelantado, descapitalizando cualquier fondo que pudiera tener.

Eso en cuanto a inversiones.

En cuanto a la libre realización de la oferta y la demanda, la distorsión principal es el déficit de oferta por falta de recursos. Pero la distorsión más grave es ofertar productos y servicios en una moneda distinta a aquella en la que se pagan los salarios. Ese es un error capital, porque dolariza de facto una economía que tiene su propia moneda —el peso cubano—, que no actúa como moneda principal dentro del sistema financiero nacional.

Desincentivación del trabajo

La dolarización y el pago en pesos desincentivan el trabajo, la creación de empleo de calidad y paralizan el proceso productivo por falta de competitividad y rendimiento industrial. Además, genera una dependencia total del tipo de cambio USD–peso, en un mercado que el Estado no puede regular porque no dispone de divisas. En ese contexto, el golpe inflacionario es brutal y fuera de control.

La apuesta por la producción industrial en Cuba es nula. La productividad es baja debido al control total del Estado, que frena con leyes arbitrarias cualquier posibilidad de producir algo mínimamente bien. Basta ver la improductividad de los campos cubanos, donde el acopio compra por debajo del coste de producción y mantiene deudas millonarias con los campesinos.

Algo similar ocurre con el incipiente sector privado, declarado “complementario” respecto a la Empresa Estatal Socialista, reconocida como base del sistema, aunque solo genere pérdidas por su gestión estatal.

Las pequeñas y medianas empresas son asfixiadas con impuestos, mientras las extranjeras que llegan a Cuba gozan de exenciones fiscales de hasta diez años. A las pymes se les prohíbe recibir financiación extranjera —aunque el gobierno no tiene un céntimo—, se les impide importar directamente materias primas e insumos, y se les imponen aranceles draconianos.

La justificación del bloqueo

Ante la inflación y la falta de productividad, el gobierno se ve obligado a imprimir pesos para pagar salarios y pensiones, que pierden poder adquisitivo de la noche a la mañana. Esto se debe al exceso de circulante, a la predominancia de precios en dólares y a la falta de una oferta de calidad en pesos cubanos que le dé peso específico a la moneda nacional.

Todo lo anterior son las verdaderas distorsiones creadas por el Estado cubano, que intenta encubrirlas con el discurso del bloqueo.

No hace falta estudiar economía en la universidad para ver, al abrir la puerta de casa, un sistema quebrado que ya va por no sé cuántos planes de recuperación, y donde cada nueva medida roza el absurdo.

El gobierno lo justifica todo con el bloqueo. Y últimamente ha llegado al extremo de atacar y señalar al medio El Toque como si fuera el regulador bancario del tipo de cambio. Lo más triste es hacerle creer a la gente que un periódico puede establecer el tipo de cambio de un país. Eso es falso como una catedral, y solo refleja el estropicio económico implantado por el Estado.

El verdadero distorsionador es el gobierno cubano; de eso no hay duda ninguna.

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