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Por Eduardo González Rodríguez ()

Santa Clara.- No nos podemos dar el lujo, en aras de calzar un argumento, de exponer la dignidad de nadie. Y lo digo porque no me parece ético ni justo que, para demostrarle a una ministra que en Cuba sí hay mendigos, gente en condición de calle, familias viviendo muy por debajo del umbral de pobreza, llenemos las redes de fotografías de individuos revisando la basura, o durmiendo en portales, o pidiendo limosnas, o comiendo pan del piso.

En la obra La señorita Julia de Strindberg hay un texto que resume lo que casi todos -consciente o inconscientemente- pensamos del ser humano que vive en extrema pobreza: «La pobreza siempre es más o menos sucia».

Y sí, siempre hay suciedad de por medio. Tanta suciedad, que cuando nos piden limosna, la damos con rapidez, no tanto para que esa persona coma con urgencia, sino para alejar de nosotros el olor y aspecto del que tiende la mano esperando la moneda.

Estamos tan jodidos que cuando hablamos de dignidad casi nunca pensamos en la dignidad del que duerme en la calle o en el que come de la basura. Mañana, por decreto, nos prohíben hablar de la pobreza, y puede que por temor no la mencionemos jamás, pero el pobre seguirá ahí, durmiendo en la calle y pidiendo limosnas.

Las fotos…

Por eso no pongo en mi muro fotos de gente machucada por la vida, gente con hambre, para demostrarle a un general o a una ministra que aquí sí hay gente machucada por la vida y gente con hambre.

Creo que el trabajo de una buena persona reside en respetar la dignidad de los demás aún cuando sospeche que esos «demás» ya la perdieron.

Cuando no respetas la privacidad del que come un mango de un bote de basura por parecerte que dejó de ser un tipo digno, tú mismo dejas de ser digno.

Dimitió la ministra. A lo mejor en unos días se va del país o se muere de resentimiento porque nadie en la asamblea le dio el parón que necesitaba su discurso. A fin de cuentas, pensará, ‘yo no soy la única culpable’.

Lo cierto es que en dos semanas estaremos hablando de otras cosas, luchando por otras cosas, pero los pobres de Cuba, los indigentes de Cuba, estarán desde hoy y para siempre en un limbo digital que les buscará contextos y los expondrá según a alguien le de la gana. No es justo. Sobre todo porque nadie les pidió consentimiento.

Una persona digna jamás dudará de la dignidad de otra persona. No cometamos el error de suponer que un hombre apaleado calza mejor nuestro argumento. Si no comenzamos a respetar todo lo que respira a nuestro alrededor, tal vez un día seamos tú y yo fajados por un pedazo de pizza sobre una montaña de basura los que salgamos en la foto.

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