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Por Eduardo Díaz Delgado ()
Ahora, seis años después de aprobar una Constitución sin alternativa —porque la única opción era dejar la anterior, aún más arcaica—, hacen una reforma en secreto para eliminar la limitación de edad para ser electo presidente. Ahora quitan el impedimento para que los viejos decrépitos puedan ocupar el cargo, porque los cubanos que no pertenecen al clan nunca tienen acceso real a acercarse a la presidencia. El chiste está en que nunca lo elegimos nosotros.
Lo más probable es que no entiendas cómo funciona la ley electoral cubana. No es que tú eliges a alguien, y ese elige a otro, y así hasta llegar al presidente. ¡No!
Tú eliges a uno de tu barrio. Luego, unas comisiones llenas de gente afín al gobierno eligen a otro grupo enorme, y entre todos los “elegidos” suman como 12 mil. De esos, la propia comisión selecciona a 470 candidatos para 470 puestos. Tú puedes votar por ellos… o no. Pero si decides ir a votar y no quieres a ninguno (boleta en blanco) —porque los eligieron ellos mismos—, entonces anulan tu boleta. Ya después de que aprueban a los candidatos, hacen una asamblea, y el circo se televisa desde ahí.
Si se da el caso de que la gente no quiere que una persona salga porque simplemente no la quieren, y no alcanza la mitad de los votos, esa asamblea puede invitarlo igual a ser diputado… o dejar la plaza vacante. Tremenda democracia.
¿No se han puesto a pensar por qué un sistema tan hermético, en el que podrían haber 10.000 candidatos opositores, no deja pasar a ninguno? Porque se trata de confianza, de cuidar puestos. Se gobierna con ideas que son flexibles para proteger esos puestos, pero rígidas para impedir que otros los cuestionen.
No confían en lo que puede venir después. Porque así son las dictaduras: se basan en proteger a los dictadores, no a las ideas, ni a las causas, ni a los países. Por eso necesitan gente de mucha confianza, gente que ya hayan probado, y que tengan mierda para sacarles si la cosa se descontrola.
Esto, según Esteban Lazo, es porque “las condiciones han cambiado”, porque los de confianza ya están más viejos. Pero en realidad quiso decir que las condiciones del país han cambiado. La gente anda un poco alterada; hace falta aplomo… o demencia, diría yo. Pero Lazo no menciona nada sobre la mentalidad de la gente, que ha cambiado. Que ya no les creemos. Que casi nadie les cree ya. Que nadie quiere a los revolucionarios. Que son un lastre.
Cuando no son unos hijos de puta, dan lástima. Uno puede incluso pensar “pobrecito, delira”, si no es de los que da a pensar que son unos vividores (Hay de los 2). Pero los pensamientos hacia los “revolucionarios” de las alturas, siempre llevan desprecio y roña. Eso es masivamente nuevo. Eso exige otros cambios en esa Constitución. Una Constitución que, en realidad, se merece un cambio de verdad. Y que ningún partido esté por encima de ella.