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Si el doctor en Ciencias Técnicas e ingeniero eléctrico Miguel Díaz-Canel Bermúdez no fuese presidente, tendría muy complicado ganarse la vida en el sector eléctrico, pues cada vez que promete una leve mejoría, Cuba se apaga.
El regalo de fin de semana del tardocastrismo a los empobrecidos cubanos ha sido un apagón general, que sacó a las termoeléctricas del SEN y puso a correr a los sacrificados técnicos y operarios, que ya no saben qué inventar para paliar la oscuridad reinante.
La carencia de energía eléctrica es un índice de pobreza estructural que, en el caso de Cuba, se acentúa desde la crisis provocada por la caída de la Unión Soviética, de quien Cuba dependía como un hijo bobo estudiando en el norte revuelto y brutal que nos desprecia.
El tardocastrismo se ha quedado sin argumentos para explicar su desastrosa política energética; como en casi todos los ámbitos, donde la falacia comunista suplanta a la realidad; pregonando victorias y avances de mentiritas.
Una isla pequeña, pobre, aislada políticamente por la estupidez gobernante y más dependiente que nunca de salves extranjeros y de las remesas de la solidaria emigración, debería asumir el realismo como orden de combate y no las charranadas constantes de un presidente desprestigiado por sus reiterados incumplimientos.
Las planticas solares son meras serpentinas para las glorietas porque no van a resolver el déficit lumínico estructural que padece Cuba desde la invicta revolución energética del electricista en jefe, paseando inventos criollos por un teatro abarrotado de víctimas que aplaudían y reían su propia desgracia.
Sin luz y con derrumbes, el turismo es otra quimera; como tantas otras fantasías del pan con na, donde impera el general deterioro, el más poderoso de los militares cubanos. Un país cuyo gobierno no da su brazo a torcer e invierte en parches está condenado al fracaso consecutivo, aunque algunos pretendan seguir convirtiendo reveses en derrotas.
Mientras los cubanos viven en tinieblas, el presidente más impopular de la historia cubana, se dedica a perder el tiempo con mujeres convocadas a palacio para que entonen el cuento de la buena pipa, con el pretexto del 8 de marzo, cuando homenajearon a Celia Sánchez y Vilma Espín.
Vale la pena repasar el vídeo servido por la televisión estatal, donde verán desfilar caras y sentimientos de mujeres con discursos políticamente correctos, pero tan fantasiosos como los juegos de sus hijos. El castrismo y su epílogo han sido duros con las mujeres, que han soportado la principal carga del descuajeringamiento de la nación, saturada de familias monoparentales femeninas de hasta tres generaciones; por no hablar de las presas políticas y comunes.
La luz es necesaria para la vida e imprescindible para vivir con cierto confort; aunque ya sepamos que si a cada chino le diera por encender un bombillo, el petróleo se acabaría en 100 años o menos, dependiendo del voltaje de cada lámpara; siempre según los cálculos del líder histórico de la revolución.
Sin luz tampoco hay agua y sin ambas no hay salud, especialmente en un país, donde la alimentación y las medicinas escasean por culpa de… Estados Unidos.
Algo tan cotidiano como prender la luz y abrir la llave, el tardocastrismo lo ha convertido en suplicio diario, pero ya sus burócratas han dado con la clave, han creado una Oficola para vender la gasolina a privilegiados propietarios de plantas eléctricas quienes, una vez agotada la cuota, tendrán que comprar el combustible en dólares yumas.
Menos mal que al apóstol no murió en el año de su centenario, aquel hombre obsesionado con la luz que llegó a pedir que no lo pusieran en lo oscuro a morir como un traidor …