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DEPENDE DEL CRISTAL A TRAVÉS DEL CUAL SE MIRE

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Por Ulises Toirac ()

La Habana.- No estudió. Pero en su mente lo había hecho. Su economía no floreció nunca, pero guardaba en un mutismo escondido su precario día a día. No había hecho nada relevante en su vida, pero con frecuencia reaccionaba y se comportaba como si de alguna manera lo apoyara un mantra de relevancia.

Vivía de espaldas a eso, frecuentando lugares y personas que sí tenían uno o los tres ingredientes. Y hacía maromas con la apariencia personal para ello. Veía absolutamente racional dejar de comer por una camisa o unos espejuelos que no necesitaba su vista (pues ni la abusó ni la abusa nunca, ojos vírgenes de esfuerzo, y era quizás una de sus frustraciones internas «coño qué bien veo ¿cómo es posible, chico?»).

Su mundo no era real. Su realidad ni siquiera iba paralela a la concreta. A ver, la realidad es distinta para cada cual. Nadie ve idénticamente igual la caída de la misma hoja del mismo árbol, o la manera en que camina un individuo… Pero si en algo coinciden esas realidades particulares es que una hoja cayó de un árbol, y que el individuo está caminando. Él no, podía ignorar el árbol y pensar que el individuo, por las razones que fueran, era estático.

El cristalito a través del cual percibía las cosas, no sólo las cambiaba de color, sino de forma.

Y así vivió. Siempre. Hasta que murió. Muy a su pesar, porque agonizando se repetía que mañana iria a la recepción de la embajada canadiense, la gripe se le iba a pasar…

Su alma debe andar por ahí, desde que hace años murió.. esperando que su cuerpo despierte.

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