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Por Luis Alberto Ramirez ()
“Estamos decididos a poner fin a la opresión del régimen tiránico de Cuba contra el pueblo cubano y los presos políticos”, declaró recientemente el Departamento de Estado de Estados Unidos. Una afirmación fuerte, directa, que coloca al régimen de La Habana bajo el foco de la presión internacional.
Sin embargo, lo que no quedó del todo claro es si el actual despliegue militar estadounidense en el Caribe guarda relación directa con esa declaración, o si se trata simplemente de un movimiento estratégico dentro de un contexto regional más amplio.
De confirmarse que las maniobras militares y la presencia de tropas responden a un plan que trasciende el discurso diplomático, entonces el panorama cambia radicalmente. Significaría que Washington está dispuesto a pasar del terreno de las condenas verbales a la acción práctica, con implicaciones directas para el futuro del régimen cubano.
El mensaje no solo es para La Habana. Si algo inquieta a los aliados del castrismo en la región, Venezuela y Nicaragua, principalmente, es la posibilidad de que esta demostración de fuerza sea un aviso de que el tiempo de las concesiones y la paciencia se agota.
La frase “eje del mal de América”, tantas veces utilizada para señalar a los regímenes autoritarios del continente, adquiere ahora un matiz más preocupante para quienes se sostienen en el poder a través del control absoluto, la represión política y la negación de libertades.
En el caso de Cuba, el pueblo sigue padeciendo las consecuencias de un sistema agotado: carencias materiales, apagones constantes, un aparato de seguridad que no tolera la disidencia y cientos de presos políticos que simbolizan el costo humano de la opresión.
Frente a este escenario, la declaración del Departamento de Estado representa un reconocimiento de la magnitud del sufrimiento del pueblo cubano, aunque la verdadera incógnita sigue siendo la misma: ¿hay detrás de las palabras un compromiso real de acción?
Si así fuera, entonces los regímenes autoritarios del continente tienen motivos suficientes para preocuparse. La historia ha demostrado que los discursos pueden ser ignorados, pero los movimientos de tropas en aguas cercanas no se pasan por alto tan fácilmente.