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¿DE QUÉ SOMOS CONTINUIDAD?

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Por Yoandy Izquierdo Toledo (Centroconvergencia.org)

Pinar del Río. Ayer fue 10 de abril, una fecha que para Cuba viene preñada de acontecimientos históricos. Todos ellos marcaron hitos en la construcción de la nación pero, cuando se habla de ellos en clave de “continuidad” deberíamos ser más cuidadosos.

Su interpretación y reinterpretación ha provocado, en disímiles ocasiones, que la realidad discursiva, a la fuerza, empate un momento con otro incompatible, y reconduzca todo por los caminos hacia dónde se quiere llegar.

El 10 de abril de 1869, se celebró la Asamblea de Guáimaro, que dio lugar a la primera Constitución de la etapa colonial y en la cual, además de dar una organización a la República de Cuba en Armas, se plantearon cuestiones como el derecho de participación de la mujer.

Aunque a lo largo del llamado “proceso revolucionario” se haya hablado de un hilo conductor entre Yara y 1959, y todo lo que vino después, existen elementos esenciales que estaban muy claros en el ayer y se han ido perdiendo en la Cuba después de 1959. Han ido reacomodando la historia según sea el giro que haya dado este proceso o las circunstancias puntuales en cada período durante estos 66 años.

Aquella Constitución

Sobre aquel día grande de Guáimaro, el texto martiano “El 10 de abril” no solo se centra en el acontecimiento constituyente, sino que valora a largo plazo la magnitud de lo que allí sucedió:

“Más bella es la naturaleza cuando la luz del mundo crece con la de la libertad […] Guáimaro libre nunca estuvo más hermosa que en los días en que iba a entrar en la gloria y en el sacrificio”.

Cabe resaltar que Martí emplea la conjugación verbal iba a entrar, para hablar de un proceso continuado, hacia lo que él llama gloria y sacrificio. Es decir, Guáimaro abría el camino hacia la senda de la libertad, que costaría muchos años más. A día de hoy, todavía estamos en camino de alcanzar aquella libertad que soñó Martí. Nadie dijo que sería fácil el tránsito, pero sí podía asegurarse desde entonces que el precio de la libertad siempre es alto cuanto más altas son las aspiraciones de salvaguardar y defender los derechos y libertades fundamentales de la persona humana, de cada uno de los cubanos.

Y tan grande fue el 10 de abril que fue la misma fecha que escogió José Martí, en la organización de la que él llamó Guerra Necesaria, para fundar en 1892 el Partido Revolucionario Cubano.

Sobre Guáimaro seguía escribiendo:

“Tienen los pueblos, como los hombres, horas de heroica virtud, que suelen ser cuando el alma pública, en la niñez de la esperanza, cree hallar en sus héroes, sublimados con el ejemplo unánime, la fuerza y el amor que han de sacarlos de agonía; o cuando la pureza continua de un alma esencial despierta, a la hora misteriosa del deber, las raíces del alma pública […]”.

En su lenguaje de prosa poética, no solo habla del hecho en sí, sino de los protagonistas.

Primero menciona a los héroes, esas “minorías guiadoras” de las que habló el filósofo cubano Medardo Vitier, que conducen los destinos de la nación, pero a base de ejemplo y por elección propia de la ciudadanía.

Después nos habla de una categoría más aglutinadora, que es el alma pública, es decir, la esencia del cuerpo social que se yergue cuando la “cosa pública” clama a gritos por el concurso de los esfuerzos de todos y cada uno de nosotros. Ello requiere conciencia recta, verdadera y cierta para entender qué se necesita en cada momento y cómo proceder para alcanzarlo.

No se trata de un cambio “atemperado a la realidad”, como se pronunció hasta la saciedad durante el proceso de Reforma Constitucional de 2018 que dio lugar a la Constitución de la República de Cuba de 2019. Esto podría indicar que hay que cambiar porque hay que cambiar, sin importar el futuro. La democracia no se construye, y los derechos humanos no se respetan, por el simple hecho de decir que lo hacemos o establecer en la ley de leyes, en letra alta, una redacción bastante alejada de la práctica, que se traduce en un marco jurídico, es decir, en leyes complementarias que blindan o bloquean todo aquello que pudo parecer un derecho enunciado abiertamente.

La subordinación de la Carta Magna

Sin caer en especificidades, que ya en su momento fueron bastante tratadas en el Centro de Estudios Convivencia, analizando artículo por artículo, podemos decir que el día 10 de abril de 2019, también escogido para la proclamación de la nueva Carta Magna, no fue un día grande. Debemos recordar que en el Referéndum se computaron altas cifras de cubanos que no aprobaron esta Carta Magna entre las abstenciones y los votos en contra. Se aprobó, no obstante, una Constitución que coloca al único partido permitido, por encima de la dignidad de la persona humana, de la sociedad y del Estado. Una Constitución que legitima la lucha armada entre cubanos contra cualquiera que intente modificar el sistema político, económico y social; y que subordina la libertad de pensamiento, expresión y asociación a los intereses del Estado.

Ese voto negativo genera una masa crítica que bien puede llamarse, como decía Martí, las raíces del alma pública que se activan, se enervan o las traspasan los nutrientes y el agua, fuente de vida, en la hora misteriosa del deber.

Fue elegida la fecha del 10 de abril de 2019 para hablar de 150 años de continuidad, para decir que esta Constitución es “hija legítima” de aquella de Guáimaro. Sin embargo, no es así. Para ser verdadera heredera de aquella primera Carta Magna debemos ser continuidad de todo aquello que enaltece a la persona humana, de lo que la eleva en dignidad y derechos, de lo que indica, a ciencia cierta, que Cuba es una nación en la que a todos sus hijos se les respetan y defienden todos los derechos y libertades. De lo contrario podría pasar, también como le sobrevino a Guáimaro, la devastación de la ciudad; pero esta vez no provocada por el fuego, ni por decisión propia de sus habitantes, sino como consecuencia de olvidar que el pueblo es sagrado y que el sacrificio en estos tiempos nada tiene que ver con aquellos holocaustos.

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