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Por Eduardo González Rodríguez

Santa Clara.- Cómo no vamos a estar disgustados, molestos, inconformes y amargados, si desde que nos despertamos comienza una guerra entre el «pensar» y el «decir» dentro de nosotros que nos mantiene los sueños y la voluntad en vilo.

Por un lado, queremos decir con total libertad y claridad lo que pensamos, lo que vivimos, lo que en realidad necesitamos para que eso a lo que se le llama vida (expresión más potente del universo, energía organizada) sea, en definitiva, vida también para nosotros. Por otro lado, poseemos un instinto de conservación que se bate en retirada ante nuestras necesidades objetivas, nuestra ética, nuestro aprendizaje y nuestros más elementales sentimientos de justicia.

Que un individuo tenga que enmascarar constantemente lo que piensa en aras de no buscarse problemas y hable de cosas contrarias a lo que realmente siente, denota que ese individuo vive en una sociedad en franca decadencia.

Recuerdo ahora una conferencia sobre arte audiovisual que impartió hace muchos años Vicente González Castro en la ciudad de Santa Clara. Entre las cosas que dijo, afirmó: la televisión es incompatible con el socialismo. A estas alturas pregunto, ¿se equivocó? De acuerdo a la realidad que vivimos día a día, ¿se equivocó? Ese es otro síntoma de una sociedad en decadencia.

Hace unos días me escribió un señor inspirado, creo que molesto, porque yo no tenía en cuenta… (todo lo que dicen que uno no tiene en cuenta cuando nos atrevemos a hablar, según él, de las manchas, no del sol). Aunque casi nunca le respondo a las personas que tienen un guion estructurado de manual -dicen que para defender la patria- me tomé quince minutos para escribirle.

En serio, lo hice, primero, porque entre las cosas que me dijo fue que los enemigos están sembrando en las redes sociales «matices de opinión». Y claro, como soy un tipo curioso, quise saber que cosa es una «matiz de opinión». Y segundo, lo único que le pedí fue que me respondiera con franqueza, contando la de «matiz de opinión», diez preguntas.

No me respondió ni una. Solo me escribió de vuelta «cuídate mucho. Te vas a buscar un problema». Lo último que le escribí, literalmente, fue: «ahora me ha creado usted una terrible guerra interior entre mi lóbulo frontal derecho y mi instinto de conservación.»

Como ahora está de moda eso de hacer capturas -y sé que él las hizo- yo las hice también, no por ondear esa bandera que me parece bastante sucia, si no para que no puedan agregar ni una letra más a mis palabras.

Hasta que no dejemos de ser hipócritas sociales y pensar que la solución de los problemas propios tienen que resolverlos otros, hasta que la verdad tenga un costo tan alto como la vida propia, hasta que nos hartemos de pedir cosas materiales y tontería como esas, hasta que no estemos claros de que es mejor ser honestos y dignos con hambre y no indignos con la mesa puesta, no vamos a dar un paso firme en el camino que necesitamos. Al final, la contradicción de lo que se piensa con lo que se dice, muestra una sola cosa: cobardía.

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