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DE ENCOMIENDAS Y ENCOMENDEROS

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Por Jorge Sotero

La Habana.- Cuando estudiamos historia de Cuba y aquello de las causas por las cuales desaparecieron, casi por completo y en pocos años, las poblaciones indígenas de Cuba, no nos hablaron de que los españoles trajeron la viruela ni otras enfermedades exóticas para los habitantes del país, a las cuales no sobrevivían. Nos hablaron de trabajos forzados, exclusivamente.

Según los libros, y los maestros, el sistema de encomiendas implantado por los reyes, le daba a un encomendero cualquiera una cantidad determinada de indios, para que estos trabajaran para él. El pacto incluía que el dueño, provisional, se ocupara de los hombres a su disposición, los cuidara y los alimentara, pero eso era solo lo que decían los papeles. La realidad era muy distinta.

El régimen de la “encomienda” | Historia de terceroLos encomenderos explotaban a los indígenas hasta el agotamiento. Los hacían trabajar desde el amanecer a la noche, los golpeaban y los castigaban, a pesar de que no estaban adaptados a esas labores. Según los libros y los maestros, esas fueron las causas fundamentales por las que desaparecieron, y solo sobrevivieron algunos grupos en las montañas de oriente, sobre todo en la costa norte.

Los que sobrevivieron allí se mezclaron con los propios españoles, y luego con los negros que trajeron de África y formaron un mestizaje que durante años solo se encontraba por aquellas regiones. Pero ese no es el tema, sino la explotación a la que sometían los encomenderos a las encomiendas.

La Cuba de ahora es tan parecida a la de aquellos tiempos, que pudiera usarse de nuevo el término encomienda y encomenderos. Estos últimos son esos dirigentes de abajo, colocados en puestos temporalmente, que tratan a toda costa de sacar provecho: hacerse de una casa, de dinero, de un trabajo bueno para el día después. Intentan colocar a los hijos, a los padres, a los hermanos y a los amigos.

Más del 72 % de los cubanos vive en la pobreza y recurre a los sobornos para sobrevivirEn ese escalón entran los dirigentes del Partido a todos los niveles, incluido el que pusieron al frente del país y hasta los ministros. Su aspiración primera es robar, hacerse de una mansión en La Habana o en las capitales de provincia, y guardar cantidades de dinero suficientes para garantizarse el futuro.

Supuestamente, llegan a esos puestos para cuidar del pueblo, para garantizarle bienestar, velar por su salud y alimentación. Su misión es sacrificarse, porque no se concibe un dirigente partidista que no sea un sacrificado, de procedencia humilde, entregado a la causa del pueblo, pero la realidad, la de verdad, es todo lo contrario.

Están en los lugares para pillar, que es lo mismo que robar, solo que no asaltan los almacenes para robar cajas de pollo o piernas de cerdo, porque los que están al frente de esos almacenes, puestos por ellos allí, se encargan de llevárselas a la casa. También con cerveza en abundancia, buenos wiskis y rones. Incluso mujeres.

Placetas declina el frío para cantarle a la vida | A mi EntenderHubo un presidente del Gobierno en Villa Clara, un tal Alexander Rodríguez Rosada, que cuando estaba en funciones planificaba cada viernes una visita a un municipio diferente, de los 12 que tiene la provincia, además del capitalino, y los del gobierno en esos lugares tenían la función de buscarle una chica para que pasara la noche del viernes y la mañana del sábado, cuando volvía a su casa con su familia.

Esa situación la conocían todos, pero no pasaba nada. Se lo celebraban. Y quienes tenían que hacer el trabajo sucio, el de buscarles la acompañante, tenían que tener cuidado a la hora de escogerle la concubina de ocasión: tenía que ser rubia, trigueña o mulata, no podía fumar ni tomar y su edad no debía pasar de 35 años, a menos que fuera un monumento. A veces le mandaban fotos antes para que él diera el visto bueno.

Díaz-Canel lleva su 'maquillaje político' al barrio donde balearon a un cubano en las protestas del 11J | DIARIO DE CUBAAsí funciona Cuba. Y no vayan a pensar que fue el tal Rodríguez Rosada el único que lo hizo. Fidel Castro seguía esas prácticas. Por años se llevó mujeres con él a cotos de caza, a pescar submarino, a pasar fines de semanas en lugares paradisiacos. Incluso, también les garantizó jóvenes doncellas a sus invitados de turno, entre ellos Diego Maradona, el crack argentino que terminó llevándose, con permiso del dictador, una chica menor de edad a Argentina. Por ahí están las historias, con vídeos y todo.

Mientras, los que pueden escapar del sistema de encomiendas se van. No a las montañas, ni a esconderse en cuevas para luchar contra los opresores. Se van por mar, aire o tierra a otros países, huyen de la miseria, que es casi la muerte. Solo no se van los ancianos o los que tienen una mano delante y otra detrás. Esos son los que van muriendo lentamente en manos de los encomenderos nombrados por la familia real.

La historia, cíclica, se repite una vez más. Y de nuevo pagan con su vida los pobres, los desprotegidos, los sometidos. Cuba no cambia.

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