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Cuba ya es Haití: la advertencia que llegó tarde

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Por Max Astudillo ()

La Habana.- El exvicepresidente español Pablo Iglesias lanzó al ruedo la idea de que una Cuba postcomunista se convertiría en «una democracia como Haití», con hambre y violencia. Es el mismo cuento de siempre, la misma cantinela que se repite desde hace décadas para asustar, para hacer creer que al otro lado del muro solo hay abismo.

Pero la gente en Cuba, la que hace colas interminables bajo el sol, la que sobrevive a apagones de 20 horas, la que ya no sabe qué es desayunar, almorzar y cenar en el mismo día, ha respondido con una verdad que duele: «Cuba ya está peor que Haití». No es una profecía, es un diagnóstico escrito en las calles vacías de La Habana.

En la foto, contaminación de las aguas en Cuba

Mientras Iglesias repetía el argumento del régimen, con acento peninsular y desde la comodidad de una democracia europea, muchos cubanos recordaban un detalle que lo desmonta todo: durante años, y hasta hace muy poco, cientos de cubanos viajaban cada semana a Puerto Príncipe. No iban de turismo. Iban a comprar medicinas que en la isla no hay, ropa que en la isla no se encuentra, comida que en la isla es un lujo.

Si Haití es el supuesto infierno que nos espera, ¿por qué durante tanto tiempo fue el supermercado de los cubanos? La gente no cruza el mar para ir de un infierno a otro; va en busca de lo que en su casa le falta. Esa imagen, la de los cubanos volviendo de Haití con maletas llenas de lo básico, es la prueba más elocuente y triste de que la comparación no es una advertencia, sino una burla.

Nueve de cada 10 cubanos pasan hambre

Es cierto que en Cuba no hay, por ahora, las bandas armadas que siembran el caos en Puerto Príncipe. Pero la seguridad no es solo eso. La inseguridad también son los feminicidios que no cesan: 34 mujeres asesinadas en lo que va de 2025, según el recuento de plataformas independientes que intentan poner cifras a una tragedia que el Estado no tipifica siquiera como delito.

Es una policía que, lejos de proteger, a menudo se dedica a hostigar y citar a ciudadanos, como ha ocurrido con los masones que piden elecciones internas. La violencia no es solo la de las balas; es la que se ejerce en la impunidad de una casa, o la de un Estado que criminaliza la disidencia.

Basura en los pueblos de Cuba

Pero quizás la diferencia más brutal está en el hambre. Según la CEPAL, las economías de Cuba y Haití son las dos más castigadas de la región, con Cuba en caída libre. Sin embargo, los informes sobre el terreno detallan una realidad espantosa: casi 9 de cada 10 cubanos viven en la pobreza extrema. Siete de cada diez han tenido que eliminar una de las tres comidas diarias. Para un cubano, conseguir una docena de huevos puede costarle el 80% de una pensión mínima.

En Haití hay pobreza, miseria y violencia, pero los mercados, al menos, tienen productos. En Cuba, donde la libreta de abastecimiento -o racionamiento- es un fantasma y los estantes, un espejismo, muchas personas se duermen con hambre. «En Haití se come; en Cuba se sobrevive», escribió alguien con la rabia de quien lo vive .

Iglesias y las democracias europeas son cómplices

Pablo Iglesias y la izquierda europea que romantiza la Revolución desde la distancia son como turistas ideológicos. Hacen la revolución desde Madrid, pero no vivirían una semana en La Habana sin sus privilegios.

Su discurso es un colonialismo al revés: les dicen a los cubanos qué deben aguantar y qué futuro deben temer, mientras ellos disfrutan de las libertades que le niegan a un pueblo al que consideran incapaz de construir su propia democracia.

Reducir el destino de Cuba a una elección entre la dictadura o el caos no es solo una mentira, es una forma de complicidad .

Una calle de Puerto Príncipe

No hace falta que el comunismo caiga para que Cuba se parezca a Haití. Ese camino, el corto, ya lo estamos recorriendo. El régimen no necesita derrumbarse para que haya hambre, para que falten las medicinas, para que la gente se lance al mar. Eso ya pasó, está pasando. La verdadera amenaza no es el futuro incierto de una transición, sino el presente certero de un colapso.

Cuba no será Haití. Será Cuba, libre, si se le permite decidir. Mientras tanto, cada cubano que se va a Moscú, a Brasil, o que viaja a Puerto Príncipe por un paquete de medicinas ya está votando. Ya está eligiendo. Y su voto dice que cualquier camino que conduzca al cambio será mejor que seguir en el mismo lugar.

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